Angeles Oscuros

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martes, 29 de abril de 2014

CAPITULO 6

l extraño olor en el aire, alertó a Jorge.
Se había sentado a la orilla de la selva a la espera de su amigo, Jared. Pero este no aparecía.
La tensión en el ambiente, lo inquietó. También había visto como Bruno entraba a la selva y no era hora de que apareciera.
Gemma, notando la tensión de Jorge, se acercó.
-¿Qué pasa? -Estoy esperando a Jared.-respondió este con voz tensa y sin despegar los ojos del ramaje. -¿Hace cuánto se fue?-insistió la otra. -No he calculado el tiempo. Una hora, quizás. Sin comprender la preocupación de Jorge, Gemma se fue. Áquel apenas lo notó. La extraña desazón seguía creciendo en él hasta tal punto que le fue imposible mantenerse sentado. ¿Algo pasaría? Bruno siempre se metía en aprietos. ¿Estaría en problemas ahora? El aire se estremeció ante un silbido y a mitad del campamento, aterrizó un ángel. Su cabello negro estaba alborotado y sus ojos grises se veían angustiados.
-¡Jason!-exclamó Vanessa.
-No hay tiempo.-la atajó este con acento francés-Ellos están aquí.-dijo dirigiéndose a Christian, que se tensó.-Los vi seguir a Jared en aquella dirección.-señaló con el dedo la dirección opuesta al campamento-Un humano iba con él.
-Era Bruno.-saltó Selemí.
-Era o es, no lo sé. Los guerreros Masai iban detrás de ellos. Áquel humano estaba demasiado envuelto en nuestro aroma.
-Pero, ¿Qué hacen aquí?-preguntó Gemma, asustada.
Una sola mirada de Jason hacia Selemí bastó para que todos supieran: Venían por ella.
La Sede había faltado a su palabra. Le habían dado hasta el final del siglo para que ella volviera. El siglo apenas empezaba.
Sin decir nada, Selemí alzó el vuelo. Necesitaba asegurarse que ambos chicos estuvieran bien.
      Los demás chicos la siguieron.
Era fácil seguir a un guerrero Masai. Su olor era pesado y ácido. La estela que dejaban era casi visible.
-Los vi ir hacia allá-gritó Jason.
Virando en el aire, los Arcángeles siguieron la dirección
indicada.
Más desesperada y nerviosa que nunca, Selemí buscaba alguna señal de los chicos. Sus ojos iban y venían con nerviosismo.
Una mancha negra salió de entre los árboles y todos distinguieron a Jared que sin verlos, siguió entrando y saliendo del ramaje. Detrás de él, iban seis guerreros de alas grises y desgastadas. Incluso aquellas alas, dejaban ver la brutalidad de sus personalidades.
Christian ladró una orden y los Arcángeles se dispersaron. Selemí siguió a Jared con Christian detrás de ella.
Los grandulones, al notarlo, se gruñeron entre sí y se dispusieron a combatirlos. Aquella sería una batalla dura de pelear.
Sin pensarlo dos veces, Christian extendió su palma ante uno y un haz púrpura brotó de ella golpeando al Masai en el pecho. Este dio un grito y cayó en picada hacia el suelo. La piel comenzó a derretirsele como cera cerca del fuego y en menos de un minuto, se había convertido en un charco oscuro en el suelo.
Christian había dado un buen golpe.
Un Masai se situó ante Selemí, impidiéndole seguir a Jared. Sin que Selemí pudiera preeverlo, le soltó un puñetazo
en la mandíbula. Selemí descendió unos metros en el aire con la
cabeza martilleandole de dolor. Los ojos comenzaron a escocerle a
causa de las lagrimas.
El Masai soltó una risa ronca. Sacudiéndo la cabeza, Selemí le regresó el golpe dandole en el estómago. El guerrero soltó un gemido y se agarró el vientre con ambas manos. Sin tiempo que perder, Selemí le dio una patada en la cara. El guerrero chilló mas fuerte agarrandose la cara. Su nariz sangraba a chorros.
Los Masai son brutales pero descerebrados. Selemí levantó su palma y el haz púrpura que salió de ella bastó para pulverizarlo en el acto. El haz lograba matar a un guerrero Masai si daba justo en el pecho. Por otro lado, solo lo hería y en cuanto lograra recuperarse, el guerrero volvía a la guerra.
Mirando alrededor, Selemí se dio cuenta de que el último guerrero luchaba contra Jason. Este, con un gesto aburrido lo pulverizó.
La pelea había sido corta pero había perdido tiempo. Jared ya no se veía por ningún lado.
Un grito desgarró el aire. Parvadas de aves, asustadas, alzaron el vuelo.
No tenían que preguntar. Ellos sabían que se trataba de Jared. Batiendo las alas con fuerza y con el eco del grito aún en el aire, los siete Arcángeles buscaron a su amigo. La espesa selva hacia casi imposible ver hacia abajo.
Un segundo grito, mas cerca los hizo virar en el aire, retrocediendo. Una mancha negra estaba tirada en el suelo, retorciéndose.
Jared.
Como ave en picada, los siete aterrizaron junto a él. Jared sangraba y uno de sus brazos estaba torcido en una forma antinatural que hizo suponer que estaba roto. Frente a Jared estaban tres Masai que con la pinta que tenían habían sido golpeados duramente hace algunos minutos.
Las expresiones y el porte de estos, hizo suponer a Selemí que eran más fuerte que los otros. Estos parecían mas confiados, temerarios y sus expresiones toscas dejaban claro que no venían a dialogar. Ellos buscaban asesinar. Ese era su hobbie.
-¿Quien os envió?-preguntó Christian.¡Que pregunta más tonta!”-pensó Selemí. ¿Quién más los enviaría?
-Armando.-gruño uno. No parecían saber muchas palabras.
Uno de los guerreros señaló a Selemí con un dedo regordete,
tosco y cubierto de cicatrices.
-Solo Selemí.-gruñó.
-¿Para qué?-preguntó Jason en lugar de ¿por qué?.
-Indisciplina. Medidas disciplinarias contra ella.
Selemí suspiró, entre aliviada y exasperada.
Una medida disciplinaria. Tratandose de Armando, le arrancarían la piel viva y pasarían brasas ardientes sobre el músculo.
-¿Dónde la quiere?-insistió Jason.
El guerrero Masai se limitó a señalar un punto a lo lejos. Quizás no sabía las palabras exactas para decirlo o no quería molestarse.
-Guíanos.-dijo Selemí.
Era mejor acabar con esto de una vez. Era una medida disciplinaria no los había enviado a asesinarla a sangre fría. De haber sido ese el caso, aquellos brutos ni siquiera hubieran hablado.
Los Masai extendieron sus alas negras y solo uno de ellos alzó el vuelo. Los otros dos esperaron a que los Arcángeles lo siguieran para irse en la retaguardia.
-¿Dónde esta Bruno?-preguntó Selemí.
-En el lago.-dijo Jared-Me ví forzado a dejarlo ahí.
-¿Ahí lo dejaremos?
-¿Hay alguna opción?-dijo Christian.-No creo que estos brutos nos dejen ir por él.
-Va a morir.-gimió Gemma.
-Algún día iba a pasar.-respondió Christian, insensible. Al notar la mirada dura que le lanzó Selemí, dijo;No podemos hacer nada. Lo mejor es que os preocupeís por ti. Solo Dios sabe lo que planea hacerte.
Selemí se estremeció, involuntariamente. Ni siquiera seguiría el consejo de su hermano. No quería pensar en las atrocidades que le harían. 
Pasaron por encima del lago y para sorpresa de ellos, los guerreros Masai comenzaron a descender a orillas de este. No era el mismo lago en el que acamparon, pero la corriente era la misma. 
Aterrizaron al mismo tiempo. El brazo de Jared ya se había recuperado para entonces y este lo movió, suavemente.
-¿Que hacemos aquí?-preguntó Jorge.
-Allá esta Bruno.-dijo Gemma.
Todos se giraron para ver la cabeza de Bruno sobresalir por encima del agua. Los veía con gesto de alivio y curiosidad.
Uno de los guerreros también lo vio y gruñendo se abalanzó sobre él, pero Vanessa se le adelantó y lo sacó del agua antes de que pudiera tocarlo. El Masai sin poder detenerse a tiempo, se estrelló contra el agua provocando una gran salpicadura.
-¿Que haceis con ese humano aquí?-bramó una voz de fuerte acento español.
Todos se giraron para ver al propietario de aquella voz. Un hombre maduro de cabello negro, ojos marrones y piel morena estaba de pie frente a ellos, mirandolos con rabia. Armando Córtez. A su alrededor, había mas personas, pero Selemí no quiso saber quienes eran. Aunque las conocía de vista. -Os he hecho una pregunta.-dijo Armando-¿Qué haceís con un mundano? -Es amigo mío.-respondió Selemí, deseándo que su voz sonara firme. Armando la miró con dureza durante unos segundos. En sus ojos se veía en odio que le profesaba. El no perdonaba rebeldías y ante él, estaba el Arcángel mas rebelde de todos. Su dolor de cabeza y su pesadillas. Armando extendió una mano y disparó un rayo luminoso hacia Bruno. Matándolo.

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