Angeles Oscuros

Angeles Oscuros

domingo, 6 de abril de 2014

CAPITULO 5

Por alguna extraña razón, que incluso él desconocía. Christian decidió extender el tiempo de estadía en el lago.
Quizás fuera para darle tiempo al mundano de lárgarse y liberarlos de la enorme carga que representa. Ni siquiera deseaba pensar en lo que los Ancianos pensarían cuando lo vieran llegar con el enemigo.
Las chicas habían estado enseñandole algunos trucos de pelea al chico que para asombro de él, aprendía demasiado rápido. Incluso Jared tuvo que admitir que tenía estilo para pelear. -Se debe estar esforzando.-dijo Jorge, mientras los tres, observaban a las chicas y Bruno-Lo ví muy decidido a quedarse.
-Pero, ¿en qué nos ayudaría?-quiso saber Jared-No ocupamos ayuda extra. Además, ya quiero ver la reacción del Señor Córtez cuando lo vea. Seguro nos mata a todos por idiotas.
-No os preocupeís por eso.-intervino Christian no muy seguro de sus palabras-No pasará la ronda. Tendrà que regresar con los suyos.
-Pues no lo creo, la verdad.-rió Jorge-Esta entrenando con tu hermana y Vanessa. Sabes que mejores guerreras no hay. Lo mas probable es que termine peleando mejor que nosotros.
Christian se mordió el interior de la mejilla, preocupado. Jorge estaba en lo cierto. Necesitaba encontrar alguna manera de quitarlo de en medio.
Selemí observaba a los tres chicos cuchichear entre ellos. 
Le alegraba ver sus expresiones preocupadas y mas la de su hermano. Aún no estaba cómoda con la idea de que Bruno se quedará, corría demasiados peligros y lo que le daría al saber lo que Selemí y cía se dedicaban, pero por ahora no pensaba en otra cosa.
Quizás a su hermano se le ocurriría algo y tendrían que dejar a Bruno volver. Ojála se le ocurriera algo al idiota. -¡Buen golpe!-dijo Vanessa,
había estado enzarsada en una lucha cuerpo a cuerpo con Bruno-Pero, por ahora terminamos. Lo hiciste bien. Descansa.
Bruno, sudoroso y cansado, apenas puedo emitir sonido alguno y fue a sentarse con Gemma y Clarisse que le tendió una botella de agua. -¿Cómo lo viste?-le susurró Selemí a Vanessa.
-Tiene posibilidades. Tiene actitud y con un poco de entrenamiento, estará listo.
-¿Has visto las caras de los chicos?
Vanessa rió por lo bajo. -Supongo que piensan que fue mala idea dejarlo en nuestras manos. Ambas rieron. Gemma, como siempre, porque ella así lo quería, preparó la comida.
Por tercer día consecutivo, comieron pescado. No es que no tuvieran forma de cazar, pero todos querían relajarse por algunos dias.
En La Sede, siempre los mantenían en entrenamiento o yendo de aquí para allá. Siempre estaban ocupados y dada la extraña disposición de Christian a descansar, así lo harían. Al cuarto día, Jared ya cansado del pescado, decidió ir en busca de algo comestible dentro de la selva. Avisando a Christian, se adentro en el espeso follaje. En parte, le servía para relajarse. Había estado tan rodeado de personas que sentía necesidad de estar un momento a solas. La selva verde y húmeda a su alrededor, lo tranquilizaban. El hecho de que estuviera al acecho lo volvía loco de felicidad.
Él había sido creado para matar y sino podría hacer eso con áquel idiota mundano, lo haría con alguna presa que sea capaz de comerse. El pescado ya le daba asco.
La naturaleza vibraba a su alrededor. El follaje rozaba su piel dejando pequeñas gotas de rocío. Los tantos sonidos a su alrededor le hicieron agudizar el oído en la espera de escuchar a su próxima presa. No estaba seguro de que cazaría o si cazaría algo, pero intentarlo no estaba demás.
Trepó a un árbol, asegurándose primero de que no estuviera ocupado por alguna pantera o serpiente, y desde arriba inspeccionó hacia abajo. Atento a cualquier movimiento.
Los pájaros silbaban y cantaban y el viento arracaba susurros a los árboles. De vez en cuando, veía a algun animalito correr en busca de comida. Eran demasiado pequeños para hacerlos una cena, así que los dejaba escapar.
Un movimiento entre los arbusto bajos, lo tensó. Fijando la vista en áquel punto y de vez en cuando, paseándola alrededor, esperó a que áquello se rebelará.
Le pareció ver asomar un par de manos y después vio aparecer algunas mas. 
Vio aparecer a un grupo de personas con vestimentas típicas de los aborígenes del lugar. Debía de estar de caza, igual que él.
Ocultándose aún más entre las ramas del árbol, siguió observandolos. Eran un grupo de diez y parecían cansados. Seguro llevaban tiempo caminando sin encontrar nada.
El mas grande de todos, un hombre tosco de rasgos feroces dio una órden y todos se detuvieron. Sentándose donde pudieron con gesto de cansancio.
Uno de los hombres sacó una cantimplora y comenzó a beber de ella. Solo entonces, Jared se dio cuenta del tatuaje en su brazo. Ese tatuaje tan característico en...
¡Por Dios! ¡Los estaban buscando! ¿O es que buscaban a Selemí? Pero si la buscaban a ella, también los buscaban a ellos.
Áquel tatuaje era típico en los guerreros Masai. La clase de guerreros que son capaces de destripar a un bebé sin piedad y los únicos capaces de asesinar a un ángel. Aunque ellos eran arcángeles, Jared sabía que ellos los golpearían sin sentido y los someterían hasta que viniera su líder a destruirlos. Nadie sabía quien era el líder. Porque nadie se atrevía a preguntar.
Si estaban aquí era por Selemí. Armando había sido muy claro cuando dijo que Selemí se arrepentiría
de haberse escapado. Áquel hombre no toleraba rebeldías y menos de sus Arcángeles. Áquel que osará rebelerse o era asesinado o era duramente sometido.
Bien. No permitiría que ni uno ni lo otro le pasará a Selemí. Aunque fuera tan cabezona y testaruda, él la admiraba por haber tenido el valor de hacer lo que él tanto deseaba.
Procurando no ser descubierto y procurando aún mas no dejar escapar su olor, Jared se acurrucó. Áquellos matones tenían habilidades impresionantes de rastreo y ellos llevaban demasiado tiempo en aquel lago para dejar su olor impregnado.
Un movimiento detrás de él lo hizo girarse, lentamente. Los guerreros Masai también lo hicieron. Atentos y a la vez tan peligrosos que se lloraría con solo verlos.
La cabeza de Bruno salió por encima del ramaje.
-¡Maldita sea!-siseó Bruno, furioso-¡Maldita mundano!
Los guerreros Masai también lo vieron, pero ellos habían sido enviados para buscar a un Arcángel no para matar mundanos. Por un momento, pasaron de él. No sabían que hacía un humano en medio de la selva y tampoco les interesaba.
   Bruno, ajeno a todo, hizo lo que tenía que hacer. La necesidad humana lo había llamado.
Jared, tenso como una piedra, no apartó la vista de los Masai a la espera de cualquier movimiento amenazante para defender a áquel idiota. Aunque debería dejar que lo descuartizen por mundano.
Una suave brisa de aire agitó las ramas, llevando hasta las narices de áquellos brutales guerreros el olor que tanto habían estado buscando: el olor de un ángel.
Por la humedad de la naturaleza, lo habían perdido y áquel humano lo llevaba impregnado. Y lo mejor era que aquel olor era más intenso. Era el olor de un Arcángel.
Jared, mas inquieto que nunca, vio como susurraban entre sí. Armando alguna táctica para atacar a Bruno. Jared estaba en un dilema. Si se movía, sería descubierto y se armaría el caos, pero si no lo hacía, Bruno sería hombre muerto.
¿Qué hacer?
Busco alrededor, desesperado. Los demás Arcángeles estaban demasiado lejos para que acudieran a tiempo. Rabioso con Bruno, (¿Por qué se le ocurrió venir hasta acá?), buscó la manera de captar su atención. Pero Bruno miraba a todos lados menos hacia donde estaba él.
Los guerreros ya se habían desplegado, rodeándolo. Si Bruno corría, lo mas probable es que corriera hacia los demás. Llevando a esos brutos directo a Selemí. Áquella pelearía antes de caer y sería un enorme derramamiento de sangre.
Bruno, con toda la tranquilidad de la que era capaz, terminó de hacer sus necesidades y se dispuso a regresar al lago.
Los Masai, ya lo tenían rodeado para esas alturas. A donde quiera que fuera, sería apresado, pero el denso ramaje no le permitía ver la amenaza.
Maldiciendo a cada momento, Jared miraba, nervioso desde lo alto. Aún no había decidido que hacer y cada segundo que pasaba era vital.
El círculo de guerreros a cada momento se iba cerrando sobre Bruno. Si lo atrapaban, sería muy díficil liberarlo.
¡A la mierda!
Sin preocuparse más por no hacer ruido. Jared desplegó sus alas. El susurro causado por aquellas y el silbido que causaban al batirse, hicieron que tanto Bruno como los Masai miraran hacia arriba.
Bruno solo vio venir una mancha negra antes de sentirse elevado en el aire. Sin poder evitarlo, soltó una exclamación.
    -¡Calla, idiota!-le espetó Jared-¡Sujetáte bien, me elevaré aún más!
Sin siquiera preguntar nada, Bruno lo hizo. La expresión en el rostro de Jared lo alertó, diciendole que algo no iba bien.
Jared zizagueó entre los árboles buscando perderse. Por el rabillo del ojo, vio como aquellos matones le seguían por aire y tierra. Algunos brincaban de árbol en árbol.
Tomándo la dirección opuesta al lago, Jared buscó desesperadamente algún escape.
Era el Arcángel de la guerra, si, pero hasta él sabía cuando el enemigo era mayor que él. Aquellos brutos podrían con él y no estaba dispuesto a terminar una bola de sangre.
El olor que Bruno debía desprender, les daba la ruta perfecta para seguirlos.
-¿Sabes nadar?-le preguntó. Bruno, sorprendido por la pregunta, asintió con la cabeza.-Tendrás que hacerlo, ¿me oyes? En cuanto toques el agua, sumergete cuanto puedas. Volveré por ti pronto.
Y sin más, lo soltó.
Bruno ni siquiera tuvo tiempo de gritar. Recordando las palabras de Jared, aspiró todo el aire que pudo antes de que su cuerpo se sumergiera en el agua.
Jared dio una vuelta, asegurándose de que Bruno estaba bien y después siguió su camino.


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