Angeles Oscuros

Angeles Oscuros

martes, 11 de marzo de 2014

Angeles Oscuros - Capitulo 1

CAPITULO 1     
 Hermosillo, Sonora. Presente.
Selemí paseaba por las calles de Hermosillo con desenfado. El calor era intenso y a pesar de sus pantalones cortos y de su blusa sin mangas, el calor la hacía sudar.
Era febrero y a pesar de que la mayor parte del hemisferio norte sufría por el frío y las nevadas, en Hermosillo se disfrutaba de un clima caluroso la mayor parte del año. Excepto por las mañanas y en las noches que hacía un frío horrible. Era fin de semana, y después de una ardua semana de trabajo, ella queria relajarse.
Había una fiesta el Sábado y por supuesto, estaba invitada. pero para eso necesitaba ropa nueva.
Había decidido ir al centro comercial El Sendero. Donde había tiendas de ropa increíbles. Después de aparcar el coche algunas cuadras aparte,porque, por ser fin de semana el estacionamiento del centro comercial estaba a tope, echó a andar con paso ligero.Odiaba sudar, pero ya se le pasaría.
Con sus rizos negros agitandose con el aire pegajoso de Hermosillo y con unas gafas de aviador, caminaba por la calle adueñandose del mundo. No faltó quien, viendola tan segura de sí, le lanzó uno que otro piropo. Ella sonreía con coquetería, consciente de su atractivo.
Las puertas corredizas de El Sendero se abrieron y una ráfaga de aire fresco la acarició antes de entrar.
Jovenes, adultos y niños tomados de la mano de sus papás se paseaban por los pasillos, observando los escaparates. Otros estaban sentados, conversando y comiendo en los variados restaurants de comida.
Saludando a sus conocidos, Selemí se acercó a una boutique. Ella iba a lo que iba y necesitaba ropa nueva. Estaba en eso cuando su celular vibró con la llegada de un mensaje.
Era Bruno.
*¿Lista para arrasar?*
*Claro. ¿Iras Tu?*
*Solo Si Me Dejas Acompañarte.*
*LO Hare Si Prometes No Comportarte Como Un Idiota.*
*PROMESA De Boy Scout. Me Comportare Virginalmente.*
*¿VIRGINALMENTE? Ademas Tu Nunca Fuiste Boy Scout. Lei Tu Expediente.*
*¿Que Hiciste Que?*
*Bueno...eres .Mi Compañero. Necesitaba Saber Si Eres Confiable.*
Bruno su compañero de trabajo, por asi decirlo. Ambos eran bomberos voluntarios. El increíble tiempo libre de Selemí junto a su espiritú aventurero
había logrado que ella se uniera a la cuadrilla de bomberos. No necesitaba trabajar, tenía dinero suficiente como para hacerlo. Prefería estar corriendo riesgos a morirse de aburrimiento.
Quizás ese instinto de aventura que habían inyectado en ella en su creación había logrado que no solo fuera bombero sino tambien motociclista y cualquier otra cosa en la que tuviera que arriesgar el pellejo
Su personalidad fuerte y decidida, así como su atractivo físico le habían hecho ganar tanto amigos como enemigos.
Después de comprar un par de blusas y unos botines de tacón, Selemí salió de una tienda para meterse en otra.
El alboroto en El Sendero crecía a cada momento. Los jóvenes caminaban de aquí para allá, riendo, felices porque la escuela había terminado. Aun portaban sus uniformes escolares y sus mochilas. 
Selemí nunca había asistido a la escuela. No se necesita cuando llevas siglos viviendo sobre la tierra. Ella había nacido antes de que todos los habitantes sobre la tierra lo hubieran hecho. Ella había visto generación tras generación de las familias que actualmente existían. Ella por así decirlo, conocía los ancestros de cada familia.
Su celular volvió a vibrar con un nuevo mensaje. Estaba vez era Manuel.
*Hola, preciosa. ¿Te puedo decir que te ves apetecible con esos pantalones cortos?
Selemí sonrió ante el descaro de su amigo y luego contestó:
*Si. Por eso me los puse.*
*Supongo que me dejarás deseando,¿no?*
*Por supuesto.*
Sonriendo, Selemí siguió de compras.Al salir de la tienda, no puedo evitarlo y echó un vistazo alrededor. Siempre temía ser descubierta y forzada a regresar a la endemoniada vida que llevaba antes. Había pasado un milenio desde que se escapó y sabía que no podía estar corriendo todo el tiempo. La Sede tarde o temprano la encontraría. Le extrañaba que no lo hubieran hecho ya.
Después de llenarse las manos de bolsas, salió de El Sendero dirigiendose a su carro. La tarde ya estaba entrada y Hermosillo poco a poco se oscurecía. La frescura de la tarde acarició sus piernas expuestas.
Caminó con decisión por entre las calles, mientras los chicos alrededor, adoraban el suelo por donde pisaba.
¡Que sensación tan exquisita!
Con el mando a distancia, abrió las puertas de su coche y puso sus bolsas de compras en el asiento trasero. Se sentó al volante y se quitó las gafas. Ya estaba oscureciendo y no las necesitaba. Aunque se sentía expuesta sin ellas. 
Encendió el auto y las luces delanteras del coche iluminaron a una figura semioculta entre los autos. A pesar de que la luz le daba lleno, aquella figura se mantenía en la oscuridad. Un halo extraño la rodeaba. Esa visión no sentó nada bien a Selemí. Sabía de quien se trataba y quien estaba detras de aquello. 
La estaban buscando.
Sin dar tiempo a que el bulto se acercará, echó a andar el carro. Sentía el corazon desbocado y su respiración salía en jadeos asustados. Sin saber a donde se dirigía, siguió conduciendo dando rodeos. No paraba de echar vistazos por el espejo retrovisor, rezando para que no la siguieran.
Después de su escapada, su vida había cambiado drásticamente. Tenía que vivir escondida, mudandose cada cierto tiempo de ciudad, de país. Había pasado poco mas de dos milenios ocultandose en el pequeño planeta que era la tierra. No sabía si la habían dejado de seguir o la tenían vigilada pero nunca, en dos milenios, había visto a un miembro de La Sede. El hecho de que justo ahora, cuando tantos profetas anunciaban el inminente fin de los tiempos, La Sede habían decidido buscarla no era algo que le agradaba en los absoluto.
Lucharía con todas sus fuerzas para no volver a esa vida de mierda y solitaria. Tan falta de amor.
¡Estúpidos libros! A pesar de que era una chica dura, no lograba resistirse a los encantadores relatos de amor que se habían ido escribiendo a traves de los tiempos. Ella misma había sucumbido a un amor, pero ese amor ya no existía para ella. Ese amor había sido mortal y los mortales no viven para siempre.
Tras dar varias rondas, Selemí decidió estacionar el auto en algún callejón. Su corazón aún latía desenfrenado y por sus sienes escurría un sudor frío. El sudor del miedo.
Nada sobre la tierra podía asustarla, pero aquello que la asustaba no estaba sobre la tierra, estaba debajo de ella.
El reloj de su auto marcaba las seis y media de la tarde. Había estado escondiendose por tres horas. Era momento de regresar a casa.
Volvió a poner en marcha el coche, mirando con nerviosismo hacia los lados... o hacia arriba. Estacionó frente a su casa y exhaló largamente. Se sentía segura en casa, aunque muy en el fondo sabía
que su casa también podía ser su trampa.
Bajó del coche y con rápidez, sacó las bolsas de compras del coche y entró en la casa. Echó un vistazo a través de las cortinas casi esperando ver a aquel extraño. Pero no. todo parecía tranquilo y pacífico.
Estaba nerviosa y dudó sobre asistir a la fiesta o no. ¿Y si aquél hombre la seguía? 
¡A la mierda todo! Iría a esa fiesta. No se dejaría intimidar por quien sea. Comenzó a prepararse para esa fiesta con un nerviosismo poco habitual en ella. Echaba vistazos atraves de las ventanas de vez en cuando, se había duchado en tiempo récord y apenas prestaba atención a su maquillaje. Realmente esperaba estar presentable y no parecer un payaso.
Dio un brinco en su asiento cuando su celular sonó. Con manos temblorosas, respondió:
-¿Bueno?
-Hola, preciosa.-la voz grave de Bruno respondió.-¿Ya estás lista? ¿Puedo pasar por ti?
-Si, claro.-respondió con su voz firme de siempre-Ya estoy lista.
-Ok. Estaré ahi en diez minutos.
Murmurando un “Ok”, Selemí colgó. Rápidamente, se vio en el espejo. Si, si estaba lista. Bien maquillada, peinado perfecto y su vestido bien puesto. Sus tacones altos hacían que sus piernas se vieran mas largas. Eso le encantaba. 
Guardando lo esencial en su pequeño bolso, se dirigió a la sala a la espera de Bruno. Este llegó puntual. -Te ves preciosa.-la alabó Bruno cuando Selemí le abrió la puerta de su departamento. 
Selemí sonrió y se cerró la puerta saliendo con el al exterior.
La fiesta ya había iniciado cuando arribaron. Una de las tantas conocidas de Selemí cumplía años y por ser parte de la socialité de Hermosillo había organizado una increíble fiesta en su bella casa estilo griego. Incluso la prensa habían sido invitados. Cuando se bajaron del auto una lluvia de flashes los cegó.
Bruno la tomó por la cintura y posó a su lado para las cámaras. Era parte del espectáculo que su conocida había organizado. Ni siquiera recordaba su nombre. Después de sus 15 minutos en la alfombra roja, entraron a la concurrida casa. 
Si, era una fiesta, pero los socialité no se comportaban muy alocados. Había chicas sentadas en los elegantes sofás charlando sobre vanidades y los chicos afuera bebiendo. Estas fiestas asi empezaban y cuando a todos se les había subido el
alcohol en la cabeza era cuando, en realidad, empezaba la diversión.
-¡Hola!-los saludó una rubia de ojos castaños con una gran sonrisa.-¡Bienvenidos! Selemí, te ves increíble.-dijo besando el aire  a cada lado de sus mejillas.
Ella los condujo a la sala y les ofreció de beber. Las chicas sentadas en los sofás les lanzaron unas miradas recelosas. Con sus ojos, casi se comieron de envidia a Selemí y con lujuria a Bruno. Este chico era muy atractivo. Con su cabello castaño con corte moderno, expresivos ojos marrones, piel clara y rasgos finos. Era todo un norteño. Pero, Bruno solo tenía ojos para Selemí y esta solo tenía ojos para su piña colada.
-¡Diviertanse!-exclamó la rubia.
Los chicos sonrieron a modo de respuesta y entablaron una conversación. A Selemí le agradaba Bruno, pero no lo suficiente como para mantener una relación. Después de su frustrada relación en el pasado y sabiendo que los mortales envejecían y morían, ella no quería arriesgarse a enamorarse. Pero eso a Bruno, no parecía importarle. El estaba embelesado y haría cualquier cosa por ella.
Muchas veces, Selemí habló con el, explicandole el porque de su negativa a una relación, obviamente, le explicó todos los detalles. Pero Bruno no parecía comprenderlo. El amor te hacía tonto.
Poco a poco, la fiesta comenzó a hacerse mas concurrida. Era inevitable que los recién llegados no saludaran a Selemí. Esta, con el encanto que habían incrustrado en su nacimiento, se había ganado a todos ellos, pero claro, también tenía enemigas y estas tambíen habían sido invitadas a fiesta.
Una morena, rodeada de su grupo de amigas, la observaba con gesto agrio desde una esquina. Era Guadalupe, la Lupita y ella estaba profundamente enamorada de Bruna, pero por puta, Bruno no la volteaba ni a ver. Aquella chiquilla tenía todo el derecho del mundo de acostarse con quien quiera, si, pero lo hacía con hombres casados y era responsable de que varios matrimonios hubieran fracasado.
Era hermosa. Morena, de negros y lacios cabellos que le llegaban a la cintura. Estaba perfectamente maquillada y llevaba un vestido tan ceñido que de seguro le costaba trabajo respirar. No paraba de lanzar miradas llenas de deseo a Bruno que ni se daba por enterado. Pero al ver a Selemí, el veneno le escurría de los ojos.
-Tu futura esposa esta mirando hacia acá.-bromeó Selemí. Bruno miró disimuladamente hacia Lupita. A esta se le iluminó el rostro al notar su mirada. Bruno le sonrió con educación.
-Prefiero casarme con un perro antes de con ella.-murmuró este.
-¿Y el perro que culpa tiene?-bromeó Selemí dando un sorbo a su bebida. Bruno sonrió, divertido.
La música comenzó a sonar mas fuerte y el ambiente se enfiestó. Los jóvenes, ya ebrios, comenzaron a gritar y hacer payasadas, mientra las chicas reían como locas y aplaudían las tontadas de los chicos. Incluso la festejada, reía y tonteaba sin importarle nada.
Selemí sonreía divertida. Ella no podía embriagarse hasta el punto de perder la cabeza pero se divertía como los demás perdían hasta el piso con el alcohol. 
Las luces se apagaron y unas luces tenues y de colores inundaron la sala. Aquél momento fue aprovechado por los jóvenes para darse arrumacos y pellizcarse aquí y allá.
Selemí, que podía ver todo con claridad, sus ojos podían adaptarse a la oscuridad y ver todo como si fuera de día, tomó a Bruno del brazo y decidió salir al exterior.
Una enorme piscina rectangular estaba llena de jóvenes que chapoteaban. Tuvieron que andar con cuidado de no resbalar ya que había agua regada
por todos lados. Se sentaron en uno de los camastros y observaron todo el caos.
Las chicas habían perdido todo pudor y con descaro, se arrojaban a los brazos de los chicos.
¡Cuanto habían cambiado los tiempos!
Selemí recordaba cuando en otros tiempos, las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio. El no ser puras y limpias, era motivo para que sus maridos las repudiaran y vivieran humilladas el resto de sus vidas recluidas en alguna abadía. Pero eso sí, nunca nadie castigaba a los hombres por tener una vida licenciosa. Ellos se podían ir y acostarse con una y con otra pero las chicas no.
Incluso en esos tiempos, las chicas eran etiquetadas de putas. ¡Pero Lupita si se lo merecía por rompehogares! Eso era el colmo.
-¿Te apetece imitarlos?-ofreció Bruno con una sonrisa traviesa y señalando a una pareja que debían irse a una habitación a hacer sus intimidades.
Selemí sonrió. Bruno no estaba mal para esas cosas y mas de una vez había dormido con él. No era mala idea.
-Creo que arriba hay una habitación que podemos ocupar.-le respondió, tomandolo de una mano y haciendolo que se levantará.
Sin soltarlo, se dirigieron a la parte de arriba esquivando a los jóvenes ebrios. Nadie les prestó atención, todos estaban demasiado alcoholizados para pensar con claridad.
Abrieron varias puertas, pero en ellas ya había personas besandose.
-Algunas tuvieron la misma idea que nosotros.-dijo Bruno.
Selemí abrió una puerta y al comprobar que la habitación estaba vacía, tomó a Bruno por los dos lados de su cara y lo besó, arrastrandolo dentro. 
Bruno cerró la puerta echando el pestillo y se dedicó a adorar a aquella hermosa mujer. Paseó sus manos por su cuerpo delicado y esbelto, acariciando la piel suave y tersa.
Adoraba a aquella mujer y aún sabiendo que ella no sentía lo mismo, la dejaba hacer lo que ella quisiera con él. Sin dejar de besarse y acariciarse, Bruno la depositó con suavidad en la cama y paseó sus labios por su cuello, lamiendo, mordiendo y chupando. Ella soltó un gemido de placer. Había olvidado lo buen amante que era Bruno. El calor comenzó a embargar sus cuerpos mientras la pasión los inundaba. Los besos comenzaron a hacerse mas apasionados y sus manos volaban por todos lados. La camisa de Bruno salió volando, al igual que las bragas de Selemí. Justo cuando Bruno pensaba en penetrarla, una figura se coló por la ventana. Ambos levantaron la cabeza, asombrados. La figura caminó hacia el interruptor y encendió la luz. Antes incluso que la luz se encendiera, Selemí ya sabía de quien se trataba. -¿Te molesta?-dijo-Estamos ocupados. -Ya veo que si.-respondió aquel chico de voz española. El ojos verdes la miró con desaprobación.-Levantate de encima de ella antes de que yo te quite-siseó hacia Bruno. 
 Este lo miró y se giró hacia Selemí, que resopló y se encogio de hombros. Bruno se quitó de encima, bajandole el vestido a ella. No quería que ese chico mirará lo que era de él. Aunque Selemí no lo supiera.
-¿Que quieres, Christian?-dijo Selemí, levantandose y arreglandose el cabello. Christian miró a Bruno de manera significativa.-El se quedará.-sentenció Selemí.-¿Que quieres?-repitió.
-He venido a buscarte. Has estado desaparecida mucho tiempo, ¿no crees?
Bruno frunció el ceño sin comprender.
-Pierdes el tiempo.-dijo la chica-Sabes que no volveré.
-Sabeís perfectamente que es imposible que escapes. Ya habeis estado fuera mucho tiempo y es momento de que vuelvas. He venido yo, antes de que La Sede envie alguien a buscarte.
-Demasiado tarde. Creo que ya lo hicieron.-dijo Selemí, recordando a aquel bulto negro del que había escapado en el centro comercial.Christian se paralizó.
-¿Que? Entonces, debeis volver de inmediato. Sabeis que no son muy piadosos.
-¿Por que he de volver, Christian? Sabes que nunca me agradó estar ahí. Lo único que buscaba era la manera de escapar y ya lo he hecho. Soy feliz así. 
-Ya me he dado cuenta.-respondió Christian lanzando una mirada hacia Bruno, que comenzaba a vestirse de nuevo.
Bruno al notar su mirada, clavó sus marrones ojos en él. Aquél tipo no le agradaba. Lo había interrumpido cuando menos quería que lo interrumpieran.
Selemí, al notar el intercambio de miradas, resopló.
-¿Podrían parar? Esto es ridiculo. Christian, por favor,vete. Desde un principio sabías que no cedería.
-Lo sé. Y Armando también lo sabe. Por eso nos ha sentenciado a todos. Sino vuelves, nos cortara el cuello a los siete frente a ti. Eso dijo el tio.
Selemí frunció el ceño. Sabía que Christian no mentía. Armando era capaz de eso y mucho más. Pero, ¿para que la quería? ¿No tenía suficiente con siete? Bruno, al notar la incomodidad de ella, se acercó y le susurró:
-¿Que pasa? ¿Quien es ese pendejo?
-Es Christian. Mi hermano y... no lo entenderías.
-Lo haría si me lo explicaras. Pero, un momento, ¿Has dicho que es tu hermano?-Selemí asintió-Pero, es español y tu...bueno, creo que eres mexicana. ¿O me equivoco?
-No. Por eso te digo que no lo entenderías.
-Explicame. Por favor.-añadió al notar la mirada de ella.
-¿Y bien?-apremió Christian, molesto por ese intercambio de susurros. -¿Que quieres, wey?-bramó Bruno, poniendose en pie-Dejala en paz, carnal. -Tu no te metas.-le respondió Christian dando un paso hacia el. Bruno, sin amilanarse, dio otro paso al frente. -Chicos, por favor. Esto es ridiculo.-repitió Selemí.-Comportense. -¿Pues que te esta haciendo este idiota?-dijo Bruno, encarandose a Christian con gesto bravo. El otro lo imitó. -No te metas en donde no te llaman.-dijo Christian.-Y apartaos de mi hermana. -Ella ya es mayor para saber como actuar, ¿no? -Es mas mayor de lo que crees. Ella nació, incluso, antes que tú.-dijo Christian tratando de dejar caer la bomba. Sabía que cuando el gilipollas este supiera la verdad, se alejaría horrorizado. Siempre hacía lo mismo. Era demasiado celoso con su hermana. Las manos de Selemí los apartaron antes de que se agarraran a golpes. -¡Ya basta! Y Christian, ¡Cállate! -¿Aún no le has dicho nada a tu noviecito? -¡Christian, por favor!-casi suplicó Selemí. Sabía lo que Christian estaba a punto de decir y a pesar de que no amaba a Bruno, lo quería y no quería perderlo. -¿Decirme que?-preguntó Bruno a cada segundo mas confundido. ¿Que tenían que decirle? Miró a Selemí en busca de respuestas pero esta miraba con furia al españolito. -¡Ya déjalo!-bramó Selemí, tomando a su hermano de la camiseta.-¡Lárgate, Christian! ¡No tienes nada que hacer aquí! Pero, Christian no se daría por vencido. Alejaría a ese bruto de su hermanita y si era necesario, la arrastraría hasta La Sede. -¡Vamos, decidlo! De seguro, él entenderá.
-¿Entender que?-dijo Bruno, cada vez mas furioso con el español. -¡Nada, Bruno! No le hagas caso.-exclamó Selemí cada vez mas angustiada.
Si era necesario, le tumbaría los dientes a su querido hermanito antes de que hablará. Christian sonreía con malicia y Bruno frunció el ceño, furioso. -Dime que pasa, Selemí.-exigió Bruno. -Si, diselo.-terció Christian. -¡Vete a la mierda, Christian! Me has metido en un lío.-siseó. -Pues sal de el, hermanita. ¿Quereis que os ayude? -¡Ni muerta! Lo empeoraras todo. Christian sonrió con suficiencia y se recargó contra la pared. Deseaba ver como su hermanita saldría de este lío. Bruno alzó una ceja hacia ella. Selemí se mordió el labio. ¿Se lo diría? ¿Bruno soportaría la verdad? A cada vez mas irritado, Bruno resopló y se sentó en la cama a la espera de que Selemí hablará. Esta se paseaba por la habitación, buscando las palabras para darle la gran noticia a Bruno. -¿No estarás embarazada, verdad?-dijo Bruno, sorprendiendola. Ella ni siquiera sabía si podía tener hijos. -No, Bruno.-respondió, exasperada. ¿Como podía pensar eso? -¿Has oído hablar sobre ángeles?-intervino Christian dirigiendose a Bruno, al ver a su hermana tan angustiada. -Si. Pero, ¿Que tiene que ver con esto? -Mas de lo que creeís.-respondió Christian con una media sonrisa.-¿Se lo muestro?-le preguntó a su hermana. Selemí abrió los ojos, horrorizada. Pero después se lo pensó mejor. No había manera alguna de decir aquello sin parecer enfermo mental. Mejor que los hechos hablarán. Suspirando, asintió con la cabeza hacia su hermano. Este sonrió complacido. Ya se encargaría de darle un susto a aquel idiota que se atrevía a tocar a su hermana. -¿Has escuchado de los ángeles de la muerte?-siguió Christian, mirando a Bruno con aire misterioso. Este sin poder evitarlo, se removió incómodo sobre la cama. -Si. He escuchado sobre ello, pero para mí soy mitos de gente ignorante. Selemí y Christian intercambiaron una mirada. -¿No has creído en ello ni un poquito?-le preguntó Selemí. Bruno, ya harto de tanto secretismo, bufó.
-¡Ya diganme de una puta vez! ¡Dejense de chingaderas! Christian se encogió de hombros y ante los ojos atónitos de Bruno, desplegó un par de blancas y poderosas alas. Regodeandose de la expresión horrorizada del chico, Christian las batió creando un ligera ráfaga de viento. Selemí rodó los ojos ante tanta presunción. Pero, miró hacia Bruno con expresión preocupada. Este parecía al borde del desmayo. Tenía el rostro pálido y la boca abierta con los ojos como platos viendo las inmensas alas de Christian que casi llenaban la habitación entera. Bruno no podía creer lo que miraba. De seguro aquel tipo estaba bromeando. Los ángeles no existían. Eran un mito de la sociedad. No podía ser cierto. Consciente de que debía tener expresión de idiota, cerró la boca y trató de tranquilizarse. Ni siquiera sabía que pensar. Miró hacia Selemí. ¿A poco aquella personita sería capaz de jugarle semejante broma? Claro que si. Selemí tenía un increíble sentido del humor y debía ser una muy buena actriz también porque lo miraba con mucha seriedad. Sin demostrar humor o alguna pista de que aquello fuera en realidad una broma. Selemí comenzaba a impacientarse con la mudez de Bruno. ¿Hablaría en algun momento o la impresión lo había dejado mudo para siempre? -¿Estas bien?-le preguntó, preocupada. Bruno dio un respingo y sacudió la cabeza tratando de concentrarse. Clavó la mirada en Christian que lo observaba con expresión burlona. Sin pensarlo mas, caminó hacia el y le ordenó: -Quitate la camisa. -¡Wow! Calmate, tio. Yo no juego a eso. -¿Como se que esas putas alas no son falsas?-arremetió. Christian lo miró y después de pensarlo, se sacó la camisa y le dio la espalda a Bruno para que se desengañara de una vez. Este posó la mirada en la musculosa espalda de Christian y casi pegó un grito. Las alas salían directamente de la piel. Veía claramente, como la base de las alas se unía a la piel sin marcas que delataran su falsedad. ¡Aquello era real! ¡Estaba ante un puto ángel!
¿Selemí también lo era? 
CONTINUARA...

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