Angeles Oscuros

Angeles Oscuros

martes, 4 de marzo de 2014

Angeles Oscuros- Prologo

La gran sala coliseo se llenaba poco a poco de ángeles ataviados en enormes y oscuras tunicas largas que arrastraban al caminar. Sus hermosos y esculturales cuerpos estaban rodeados por una aura que aumentaba sus misticismos.
Todos estaban muy exitados, pues esos jovenes a los que habían entrenado, hacían un trabajo tan magnico destruyendo al mundo, que era maravilloso verlos en acción.
Así como los fanáticos del futbol se reunían para ver el partido de futbol, asi ellos se reunían para ver como aquellos magnificos jovenes martirizaban al mundo.
Dos  inmensas pantallas aparecieron en medio de aquel coliseo. Los Ángeles de inmediato guardaron silencio y comenzaron a tomar su lugar. Aquello era el espectáculo que estaban esperando.
Ambas pantallas parpadearon un par de veces antes de mostrar la imagen del Vesubio. El mítico volcán se encontraba tranquilo, rodeado de la romántica Pompeya. La pantalla mostró a un grupo de jóvenes, ocho en total, que ataviados con la vestimenta de época, observaban con gesto indiferente la ciudad que se extendía
a sus pies.
No parecía importarle el motivo de su visita. Desde luego, no eran turistas. Ellos destruirían Pompeya.
--¿En que momento?-preguntó uno de los muchachos con un marcado acento francés. Su cabello negro caía sobre sus hombros y sus ojos grises brillaban de aburrimiento.
-Cuando sea el momento.-respondió el otro con acento español. 
Sus ojos verdes observaban a la chica de cabello negro y rizado a su lado. Los ojos verdes de la chica le devolvieron la mirada con las cejas arqueadas.
-¿Ya?-preguntó la chica. 
 
El chico asintió. La morena dió un suspiro de resignación y extendió una mano hacia el Vesubio.-¿Es en serio?-dijo.-Una vez que lo haga, no hay marcha atrás.
-Hazlo.
-Pero, ¿por que? No nos han hecho nada.
-¡Hazlo!
La chica pusó los ojos en blanco y fijó la vista en el Vesubio. Su mirada se volvió intensa, concentrada. Su mano comenzó a tornarse blanca expeliendo una luz blanquecina que poco a poco fue en aumento. El Vesubio lanzó un gruñido atronador rompiendo la tranquilidad.
Rocas comenzaron a caer de su boca y pequeños ríos de lava
comenzaron a fluir. Sin apartar la vista del Vesubio y ante ojos
indiferentes de los demás chicos, la morena extendió la otra mano y
el Vesubio explotó.
Chorros de lava y nubes de ceniza y humo comenzaron a cubrir Pompeya. Los ríos de lava fluían pesadamenta hacia la bella ciudad italiana. Los habitantes, completamente descolocados por la catástrofe corrían despavoridos, pero todo aquello había sido tan rápido e imprevisible.
No tuvieron tiempo de recoger nada ni de avisar a nadie. Salvo correr por sus vidas. Los menos afortunados fueron tragados por la lava ardiente, quedando para la posteridad como recordatorio de la tragedia.
El Vesubio siguió arrojando chorros y chorros de lava hasta que la ciudad quedó complentamente sumergida. Densas nubes de humo se levantaban orgullosas por su victoria sobre Pompeya.
El fuego consumía lo que podía, mujeres gritaban horrorizadas e impotentes ante la tragedia. La fuerza de la naturaleza habia hecho de las suyas una vez mas.
Mientras tanto, la causante de todo aquello bajaba los brazos después de cumplir su trabajo. Ella junto a los
otros chicos observó su trabajo. Un gesto de profunda tristeza
cubría su cara de rasgos latinos.
-Esta hecho.-murmuró. Deseando no haberlo hecho. Por entre las ruinas de Pompeya, yacía su amor. Quizás calcinado por la lava o asfixiado por la ceniza. Que mas daba. Allá moría su amor.
El enorme coliseo angelical prorrumpió en aplausos. Estaba orgullosos de su joven valiente y del enorme caos que había provocado. Ese era el tipo de caos que a ellos les gustaba. Ver sufrir a la raza humana era uno de sus pasatiempos favoritos.
Entre vítores y aplausos se felicitaban los unos a los otros. Algunos recreaban lo que habían visto con gestos, extasiados. 
-Pompeya ha caído-anunció uno de los jóvenes-El trabajo esta terminado.
-Ya pueden volver.-respondió una voz grave española de entre las gradas del coliseo.
Los vitores y aplausos cesaron y todos tomaron asiento en un silencio reverente.
Aquel ángel que había hablado se hallaba medio oculto entre las sombras. Su contorno era delineado por su aura pero su rostro estaba a oscuras. Era imposible verle la cara pero ya todos sabían de quien se trataba.
-Si, señor.-respondió el joven, volviendose hacia sus compañeros.
La pantalla parpadeó y mostro un holograma verde. Sobre el, se veían ocho puntos rojos. Esos ocho puntos eran los jovenes arcángeles situados en Pompeya. Después de terminar su trabajo, debían volver a La Sede a la espera de nuevas órdenes.
Los puntos rojos se movieron hasta formar un círculo perfecto. Una línea oscura comenzó a unirlos para formar el círculo. Justo cuando iba a llegar al último punto rojo, este desapareció.
El coliseo entero se quedó sin respiración. 
Las pantallas desaparecieron justo al tiempo que siete jóvenes aparecían en medio del coliseo. Con miradas llenas de confusión se miraban entre sí. Faltaba uno de ellos.
-¡¿Donde esta tu hermana?!-bramó el ángel español de entre las gradas dirigiendose al joven tambien español.
-No lo sé. Justo estaba con nosotros antes de que volvieramos.-respondió el chico, temeroso de aquel ángel rabioso.
Este, golpeó su silla de piedra con un puño, resquebrajandola. Lanzando un rugido de furia se puso en pie y extendiendo sus enormes alas negras bajó para enfrentarse a aquellos jovenes que de 
todas las maneras posibles, eran superiores a él, pero la ignorancia los hacía débiles.
-¡Dime donde esta tu hermana, Christian!-siseó, tomando al chico de ojos verdes por el cuello. El joven soltó un grito ahogado cuando aquellas manos toscas se cerraron sobre su garganta. Negó con la cabeza, indicando que no sabía donde se encontraba su hermana.
El rudo ángel lo miró unos segundos a la cara y después lo soltó.
-¡Cuando encuentre a esa cría, juro que se arrepentirá!-dijo, antes de salir airadamente del coliseo.

0 comentarios:

Publicar un comentario