Angeles Oscuros

Angeles Oscuros

Perfil De Angel Capitulo 1

Inicia tu recorrido por el Apocalipsis.

Perfil De Angel Capitulo 2

El nacimiento de tu verdugo.

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domingo, 30 de marzo de 2014

CAPITULO 3

Aterrizaron a las afueras de Hermosillo. El terreno desertico junto al silencio, tranquilizaron a Selemí. Jared dejó caer a Bruno sobre el suelo sin ningún cuidado.
-¡Jared, tén cuidado!-lo regaño la chica.
-No sé porque os preocupaís tanto por ese mundano.-dijo Christian con amargura.
-No me preocupara tanto si lo tratarán bien.
-¿Para que cargamos con él?-terció Jared-¿Por que no lo dejamos aquí?
En respuesta, recibió un golpe en la cabeza de parte de Selemí.
-¡Por que se va a morir si lo dejamos aquí!
-Yo no veo el problema.-dijo Christian con indiferencia.

Con ganas de arrancarle los ojos a los dos, Selemí se limitó a asegurarse de que Bruno seguía respirando. Jared la observaba con gesto divertido mientras Christian miraba con aburrimiento a su alrededor. 
-¿Está vivo?-preguntó Jared. 
Selemí le lanzó una mirada dura. 
-No sé porque te preocupas. Morirá tarde o temprano.
-¿Podrías callarte? Todo esto no hubiera pasado si tú no hubieras venido.-dijo, golpeando a Christian en el pecho. Este dio un respingo.
-Tenía que buscar a mi hermana, ¿que querías? ¿Qué os dejara a merced de los gilipollas de La Sede?
-¡Yo podría enfrentarme a ellos!
-¡Oh, si, claro! ¡Ya quiero ver eso!
Furiosa, por el tono sárcastico de su hermano. Selemí no puedo contenerse en darle un bofetón. Christian sin poder creérselo, se tocó la ardiente mejilla.
-uh...-silbó por lo bajo Jared-Chicos, no es momento para discusiones, ¿si?
-¡¿Por que hiciste eso?!-exclamó Christian sin importarle las palabras de Jared.
-¡Por que te lo mereces!
-¿Y que os mereceis vos, malcriada?-tomandola del brazo, la obligó a mirarlo a los ojos-Ya he tenido suficiente de ti,hermanita. Si he de amordazarte y amarrate para llevarte de vuelta,lo haré-siseó-Así que decide si os quedareis tranquila o seguirás dandome lucha.
-Prefiero darte lucha.-respondió aquella sin amilanarse. Christian la miró con furia. ¡Que hermana tan testaruda le había tocado, por dios!
Se sacó una cuerda del bolsillo de su chaqueta y forcejeó con su hermana para amarrarle las manos. Lo mas peligroso que tenía Selemí, además de su lengua bifída, eran sus manos y era lo primero que debía ser sometido. Pero esta, indispuesta a dejarse someter, forcejeó contra el idiota de su hermano. Prefería arrancarse la lengua antes de dejarse humillar de aquella manera.
-Chicos.-intervino Jared, deseoso de la paz entre los guerrilleros-Por favor, sean maduros. Christian, ¡Sueltala! Te va a pegar, hermano. Yo se lo que te dijo. Te lo dije.-añadió, cuando Selemí le atascó otro bofetón en la mejilla tan fuerte que lo hizo tambalearse hacia atrás-¡No me escuchas!-siguió Jared-¡Ya déjala! Como si no conocieras a tu hermana.
Christian lo miró con rabia. Aunque le costará reconocerlo, Jared tenía razón. Selemí lo castraría antes de dejarse someter.
-¿Que pasa aquí?
Esa voz hizo que los tres chicos se girarán. Un chico moreno de ojos oscuros y piel bronceada se acercaba a ellos acompañado de tres chicas. Una morena, 
una pelirroja 
y una rubia.
-Lo mismo de siempre.-respondió Jared, señalando al par de gemelos-Christian, quiso darle una lección a su hermana y Selemí se lo madreo. Nada fuera de lo común.
El chico y las chicas rieron. Ya extrañaban aquellos tiempos. La morena y la pelirroja se acercaron a Selemí, mientras la rubia se acercó a Christian.
-¡Cuánto tiempo sin saber de ti, nena!-exclamó la pelirroja, de nombre Vanessa, abrazándola. Selemí le regreso el abrazo, encantada.
-¡Me alegro de que vuelvas!-dijo la morena, llamada Gemma, uniendose al abrazo.
-Eso aun esta por verse.-dijo Selemí, rompiendo el abrazo.
Las dos chicas intercambiaron una mirada. Sabían lo terca que se podía poner si se lo proponía.
-¿No quieres volver con nosotros?-preguntó Gemma con pesar.
-No es eso. No quiero volver a la vida que tenía.
-Nadie lo quiere. Pero ese es nuestro destino.
-¿Y por que no cambiarlo? He vivido lejos de toda esa mierda por dos milenios...
-¡Dos milenios!-todos se giraron hacia aquella voz. Bruno había despertado y las había escuchado hablar.-¿has dicho dos milenios?-repitió sin poder creérselo.
-¿Quien es este?-preguntó el moreno a lado de Jared: Jorge.
-Es el chulo de mi hermana.-respondió Christian, irritado.
-No es mi chulo. Es mi amigo.-dijo Selemí. -¿Acostumbras follar con tus amigos? -¿A que tu no?-contraatacó Selemí, señalando a la rubia a lado de él. -¡Ya déjense de pelear!-gimió Gemma-¿Podrían mantener la paz por algunos segundos? Selemí, suspiró, tratando de relajarse. -¿Te encuentras mejor?-le preguntó a Bruno. -¿Te parece que estoy mejor?-replicó este, señalandose la magullada nariz. Recordaba quien se lo había hecho. Jared sonrió con burla. Si que había disfrutado hacerlo.
Todos lo miraron en silencio. Habían percibido que era un mundano, pero no entendían que hacía ahí o porque Selemí lo protegía tanto. Bruno, adolorido y como pudo, se puso en pie.
-¿Podrían explicarme que chingados paso aquí?
-Me gusta tu manera de hablar.-dijo Vanessa con una sonrisa-Tan cálida y educada. Ya veo porque eres amigo de Selemí.
Bruno miró a la pelirroja, atónito. Aquella chica era preciosa y mirando a las demás, se creyó en el cielo rodeado de...
-¡Ángeles!-exclamó, recordando todo-¡Tu y él...!-señaló a los gemelos Christian y Selemí-¡¿Ellos también?!
Selemí asintió. Vanessa la miró interrogante.
-Mi encantador hermano le dijo todo.
Vanessa resopló.
-Cuando te quedas callado, ¿no?
-Uno no puede engañar a un ser tan inteligente.-se mofó Christian. La rubia a su lado, rió.
Selemí vio a Clarisse con ganas de estrangularla. Era su menos favorita y había disfrutado cada día sin verla.
-Bueno, ya basta de tanta charla.-dijo Jared-Debemos movernos.
-¿Y que pasará con él?-preguntó Vanessa.
-Pues ya que nuestro querido Christian abrió la bocota, lo mejor será que nos lo llevemos y lo matemos allá. Así habrá para la cena.
-¡¿Qué?!-exclamó el aludido.
-Esta bromeando.-dijo Selemí en tono cansino-Ven, yo te ayudo.
Tomó a Bruno, que temblaba y le paso uno de sus brazos por la cintura.
-Ni hablar.-dijo Jorge-Yo lo llevo.-añadió quitandoselo.
Ante los atónitos ojos de Bruno, los siete Arcángeles extendieron sus alas y sin que tuviera tiempo de prepararse, Jorge alzó el vuelo. Debatiendose entre gritar o no, Bruno decidio permanecer quieto. Jared le lanzaba miradas burlonas y no quería darle motivos para que lo siguiera molestando.
Selemí de vez en cuando, daba rodeos cerca de Jorge para asegurarse de que Bruno volara bien. Jorge la tranquilizaba. Si quien llevará a Bruno fuera Jared o Christian temería que lo dejarán caer desde aquella altura. 
Christian lideraba toda la comitiva. Ni siquiera sabía a donde volaban, pero entre mas lejos mejor.
Quería aprovechar la buena disposición que su hermana mostraba sin darse cuenta. Ella, inconscientemente había volado con ellos, por recuerdo a la costumbre de antes. Cuando volaban unidos a todos lados. En automático, había alzado el vuelo al notar que los demas lo hacían.
Jared, volando junto a Christian se burlaba de Bruno, que intentaba por todos los medios de no poner expresión asustada o maravillada.
Jorge al notar el temor de Bruno, reprimió una sonrisa y lo asió mas fuerte.
Después de una hora de vuelo, Christian redujo la velocidad. El grupo entero aterrizó junto a un lago. 
El sol ya se asomaba en el horizonte. Habían volado un gran trayecto y todos estaban cansados y hambrientos.
-¿Qué hacemos aquí?-preguntó Selemí.
-Descansar.-respondió Christian-Acamparemos aquí. 
Sin ánimo para discutir, Selemí se sentó en un tronco cerca del agua. Ni siquiera sabía que hacía aquí de nuevo. Pero ya después, pensaría en eso. Un buen descanso le vendría bien.
-Hey.
-Hey.-respondió Selemí.
-¿Quieres dormir?-preguntó Jared, sentandose a lado de ella.
-La verdad, sí. Pero, necesito saber como esta Bruno, primero.-dijo, haciendo un ademán de levantarse. Jared la tomó del brazo, deteniéndola.
-Oye, ¿Qué traes con ese wey? ¿Es tu novio?
-¿Qué? no. Es solo mi amigo, Jared.-respondió, extrañada.
Jared no pareció muy convencido con su respuesta pero la soltó. Selemí, aún sorprendida por la pregunta, caminó hacia Bruno.
-Oye, ¿estás bien?-le preguntó.
-Sí, claro.
Su respuesta sárcastica no le gustó mucho. Pero, estaba cansada y de malas, no le hubiera gustado discutir con él.
-Bien. Cuando estés mas tranquilo para hablar, hablaremos. Yo iré a descansar un poco.
Se dio la vuelta, buscando con la mirada un rinconcito para echarse a dormir. Pero Jared ya se había adelantado y le había preparado un pequeño lecho. Había sacado mantas de quién sabe donde.
-¿Cómo hiciste esto?
-No por nada tu hermano decidio descansar aquí.
-¿De que hablas?
-Aquí hemos estado acampando por algunas semanas. No me preguntes por que, porque no lo sé. Solo acuéstate y duerme un poco.
Bueno, no se negaría mas. Se acurrucó en el cómodo lecho que Jared le había hecho y se durmió de inmediato.
*   *   *
 El delicioso olor del perfume de Jared le inundó la nariz. Su mente ya había despertado y escuchaba el suave batir del aire y el susurro del agua pero sus párpados se sentían pesados. Dándose por vencida, se obligó a abrir los ojos.
Los demás chicos estaban holgazaneando igual que ella. Recostados o dormidos cerca de ella.
-Buenos días, lindura.
Jared estaba sentado a lado de ella y en apariencia, se veía que también acababa de despertar. Selemí le sonrió, somnolienta.
-Buenos días.-respondió con voz ronca.
Un gruñido detrás de ella la hizo darse la vuelta. Christian se estaba desperezándose. Al parecer, había dormido en medio de áquellos dos guapos.El sueño de toda chica” pensó con ironía.
El olor de Jared le volvió a llegar y se dio cuenta de que estaba arropada con la chaqueta negra de 
cuero de este. No quiso siquiera voltear a ver a Jared, pero áquel gesto la había conmovido. Jared se había quedado solo con una camiseta blanca que no le quitaba lo guapo ni un gramo.
Los chicos comenzaron a despertar uno por uno. Sin perder más tiempo, Christian se puso en pie.
-Bien, chicos. Espero hayeís descansado bien. Debemos buscar algo de comer. Esperen, ¿dónde esta el mundano?
El corazón de Selemí se paralizó. De inmediato, se puso en pie.
Bruno no se veía por ningún lado.
-¡Buscadlo!
Los siete Arcángeles así lo hicieron. Vanessa olió el rastro hacia el bosque y sin decir nada a nadie, alzó el vuelo. Los árboles eran altos y el follaje  estorbaba, no podía ver claramente hacia abajo. Los demás la imitaron y se separaron, tratando de abarcar lo más posible.
Christian ni siquiera sabía porque se había preocupado por áquel humano, pero al ver la expresión angustiada de su hermana, supo que si no lo encontraban se vería en un aprieto con ella.  
¡Maldito mundano, cobarde!
Selemí paseaba la vista por debajo de ella, desesperada por encontrarlo. ¡¿Cómo se le ocurrió escapar?! La selva lo mataría. Había demasiados peligros para él. No estaba preparado para enfrentarse a algún animal. ¿Y si se lo comía una pantera o un cocodrilo?
-¡Idiota!-siséo.-¡Nomás te encuentro te juró que te mato!
-Entoncés, déjemoslo así.-dijo Christian.-Si de todos modos los vaís a matar no tiene caso que lo busquemos.
-¡Christian! No es momento para jugar.
-¡Oh, claro que no! Lo fuera,  pero el gilipollas de tu amiguito quiso jugar a las escondidas.
Ya estaba por responderle, cuando la voz de Vanessa los alertó. Los chicos siguieron el sonido y aterrizaron junto a una orgullosa Vanessa, un asustado Bruno y una pantera muerta.
Apenas aterrizando, Selemí se enfrentó a Bruno. Sus alas se arrastraban detrás de ella.
-¿Tu estás idiota o qué?-le espetó-¿Ya te das cuenta
del peligro que corres?
-¿Y con ustedes no corro alguno?-replicó este
.-¡Claro que no!-gritó Vanessa-¡Si no te hubiera encontrado a tiempo, esa pantera hubiera terminado contigo!
Las chicas fulminaron con la mirada a Bruno, mientras los chicos sonreían divertidos. Lo mejor era nunca hacer enojar a ese par y ese chico debía aprender la lección.
Aliviada y a la vez furiosa, Selemí se tuvo que contener para no golpearlo, pero aún así lo tomó del cuello y lo acercó a su cara.
-¡Como vuelvas a escapar, te juró que tu menor miedo será ser destrozado por panteras!-le siseó a la cara.
Bruno abrió los ojos como platos ante áquella amenaza. El miedo que había tenido al ver a áquella pantera había sido superado al ver el brillo asesino en los ojos de Selemí.
-¡Serás gilipollas!-murmuró Clarisse con su voz española.
-Bueno, que bueno que os encontraís bien.-dijo Christian casi mordiéndose la lengua por mentiroso.-Pero, tengo hambre y después del susto tengo áun mas. Esa pantera nos servirá por ahora.
-¿Las panteras se comen?-preguntó Gemma con curiosidad.
-Solo esta bromeando.-respondió Jorge, sonriendo.
-Pues vaya forma de bromear.
-Volvamos al lago.-ordenó Christian.-Seguro podemos pescar algo.
-¿Quién llevará a la reinita?-preguntó Jared.
-Lo llevarás tu.-le respondió Christian haciendo que la sonrisa de Jared, desapareciera.

viernes, 21 de marzo de 2014

Capitulo 2



Se giró hacia ella con expresión interrogante y a modo de respuesta, Selemí desplegó un par de alas idénticas a las de Christian. 
Si no se desmayo fue por puro orgullo. Aquello era surrealista. Ni en toda su vida se hubiera imaginado que presenciaría algo como aquello.
Como un automata se sentó en la cama. Sabía que si seguía de pie sus piernas no lo sostendrían. Estas temblaban como gelatina. 
Selemí se acercó a él sin saber que decir. Sus alas eran arrastradas detrás de ella provocando un ligero susurro.
-¿Estas bien? Se que esto es rídiculo, pero... esto es lo que soy. Lamento no habertelo dicho antes, pero...me imagino que ya sabes por que.
Bruno la miró sin poder creerselo. Aquella hermosa personita era lo que siempre le había dicho que era: un ángel. Él se lo decía siempre de cariño y ella sonreía, divertidad. Ahora se daba cuenta de por qué.
-Bueno, tío. Ya que no estas dispuesto a decir nada, me llevaré a mi hermana. ¿Ya entiendes que debe regresar con los suyos, verdad?-dijo Christian. 
Solo con aquellas palabras, Bruno volvió en sí. -¿Tienes que irte?-le preguntó a Selemí que miraba a Christian con gesto rabioso. Su hermano seguía en sus trece.
-No, no me iré.-respondió, desafiante-Christian, déjate de idioteces.
-Selemí, debes de recapacitar. Los demás están en peligro por tu cabezonería. ¿Quieres ser la responsable de nuestras muertes?
-¡No me chantajees!-replicó, furiosa.
-No son mis palabras. Son las de Armando. Esta 
furioso desde que huíste y nos ha tratado con la punta del pie desde entonces.
-Pues lo siento. Pero es obvio que han sabido cargar con él. Sé que así seguirá siendo.
-¡Selemí, no seas necia!-exclamó Christian, rabioso. Tomó a Selemí del brazo con 
fuerza ocasionando que Bruno saltará de la cama. Christian rodó los ojos. No tenía tiempo para gillipolleces. Extendió una mano y obligó a Bruno a volver a su asiento, inmovilizandolo.-¡Has de volver aunque te arrastre de vuelta, ¿captais?!
-Déjalo en paz.-siseó esta. Christian así lo hizo. Selemí caminó hacia Bruno al tiempo que guardaba sus alas de vuelta en su espalda. Tomó a un incredulo Bruno del brazo y lo arrastro hacia la salida.
En cuanto la puerta se abrió, el escándalo de la fiesta retumbó en sus oídos. Había olvidado por completo la fiesta y por ahora, no estaba de humor ni siquiera para soportar aquel ruido infernal. Dio un manotazo al aire y la música cesó. Las luces se encendieron y los tres bajaron del segundo piso.
Christian los seguía con gesto incómodo. Aquel lugar era repleto de mundanos y eran las cosas menos favoritas para él. No entendía como su hermana se movía tan tranquilamente entre ellos.
Él los evitaba a toda costa.
Selemí, murmurando por lo bajo, salió de la fiesta y se dirigió hacia el auto de Bruno. Adentro de la casa todos estaba confusos por la falta repentina de música ni siquiera notaron a los tres chicos. Dando otro manotazo, Selemí hizo saltar los seguros del auto y arrojó adentro al asiento copiloto a Bruno. Se dio la vuelta para encarar a su hermano que miraba con cara de asco a los mundanos.
-¡Ni insistas mas! Mi decisión es clara. Si tu quieres vivir esa mierda de vida, vívela, pero no me arrastres a ella.
-Sabes que vendrán por ti. Sabes lo que os harán. ¡Deja de ser tan cabezona y vuelve!
-¡Christian...!-lanzó un grito de frustración-¡Tu deja de ser tan cabezon y déjame en paz!
Christian, acostumbrado a la fiereza de su hermanita ni se inmutó cuando esta le dio un golpe fuerte en el pecho. Esa chiquilla berrinchuda volvería a los brazos de La Sede, quisiera o no. Él se encargaría de ello. Ya bastante la había extrañado y preocupado por ella. Ya no podía con sus nervios.
Antes de que Christian pudiera decir algo, Selemí rodeó el auto y entró en el. Sin mediar palabra con un espantado Bruno, encendió el auto y lo echó a andar. Bruno se quedó estupefacto al notar como la chica había echado a andar su precioso mustang sin utilizar las llaves, solo con tocarlo.
Selemí, blasfemando sin parar contra su hermano y los idiotas de La Sede, condujo sin rumbo alguno. Necesitaba tranquilizarse o mataría a Bruno, que estaba sentado, aferrandose al asiento con uñas y dientes.
-Em...lo siento.-murmuró bajando la velocidad.-Me dejé llevar. ¡Es que mi hermano me pone tan furiosa!-exclamó, pisando el acelerador sin querer.-¡El es tan...tan...tan idiota que es imposible que no me enoje con él!
-Selemí...
-¡Si, ya sé que lo odiaste también! ¿Quien no lo haría? Es tan...
-Selemí...
-¡Si, es un imbecil descerebrado! Pero, es mi hermano y no permitiré que hables así de él, ¿oiste?
-Selemí...-repitió Bruno, cada vez mas angustiado ante la velocidad que iban.
-¡¿Qué?!
-¡VAS A MATARME!-exclamó el chico, atemorizado.
Selemí dandose cuenta, perdió el control del auto y casi fue a estamparse contra otro auto. Giró el volante con brusquedad y se estampó contra unos contenedores de basura. Ambos dieron una sacudida hacia enfrente antes de ser detenidos por las bolsas de aire.
-¡¿Qué estas loca?!-gritó Bruno, tratando de quitarse de encima la bolsa de aire-¡¿Casi nos matas?!
-Lo siento...pero estamos bien.-respondió Selemí, avergonzada.
Bruno la miró con ganas de matarla. Aunque pensandolo bien, no sabría si podría. ¿Como se mata a un ángel?
Un golpe pesado sonó encima de ellos y de la nada, ambas puertas se abrieron. Dos pares de brazos los sacaron del auto.
-¿Estás bien?-le preguntó Christian a Selemí, exáminandola.
-Si, estoy bien.-respondió esta, algo aturdida.
Detrás de ellos se oyó un sonido de forcejeo y Selemí vio a Bruno siendo sostenido por otro chico. Este tenía toda la pinta de ser emo. Con el cabello negro y lacio, piercing en los labios y sus hermosos ojos azules delineados de negro. 
-Jared, suelta a Bruno.-murmuró con voz cansada. -Lo que tu digas, lindura.-respondió este, dejando caer al chico al suelo. Sin siquiera mirarlo, se acercó a Selemí sonriendole con coquetería-¿Algo mas en lo que pueda servirte, lindura?-dijo al tiempo que tomaba su mano para besarla. Selemí rió. Este chico nunca cambiaba. -¿Nueva moda?-dijo, acariciandole la melena negra. -Atrae a las chicas.-respondió Jared, encogiendose de hombros. Selemí volvió a reír. Ambos estuvieron mirandose el uno al otro, sin parpadear. Hasta que un quejido hizo que se acordaba de Bruno. Que se revolcaba en el suelo, adolorido. -¡Oh, dios! ¡Lo siento! ¿Estas bien?-dijo Selemí, corriendo hacia él. Bruno le lanzó una mirada furibunda, pero asintió con la cabeza. -Ya dejate de dramas, reinita.-le reprendió Jared-Levántate. No podemos quedarnos mas tiempo aquí. Hay curiosos. Selemí giró la vista hacia la calle donde un grupo de personas las miraban con telefonos en mano. Seguramente llamando a ambulancias y policias. Christian y Jared tomaron a Bruno y caminaron por la calle, buscando un callejón oscuro seguidos de Selemí. Bruno no paraba de quejarse y de preguntar por su coche. El no quería dejar su coche ahí solo. Era su bebé. ¡Era un mustang! Que ahora tenía todo el capó cubierto de basura. -¡Ya, reinita!-exclamó Jared, impaciente. Saco su IPhone y marcó un número. Ninguno escuchó la conversación o mejor dicho, Bruno no la entendió, porque Jared hablaba en francés. -¿Esta Jason aquí?-preguntó Selemí. Lo más probable es que estuviera todo el Círculo. -Si. Todos estamos aquí.-respondió Jared después de colgar.-Y en cuanto a tu coche, reinita. Vendrán pronto a recogerlo.-dijo, dirigiendose a Bruno. Ya odiaba a aquel chico. Bruno murmuró algo y ya no volvió a decir nada. El sonido de las patrullas y las ambulancias comenzó a escucharse. Para ese entonces, los chicos ya habían encontrado un sitio oscuro. Jared, sin ningún miramiento le lanzó un puñetazo a Bruno que dejó caer la cabeza, inconsciente. -¿Por que hiciste eso?-le preguntó Selemí, indignada acercandose a Bruno. La nariz le chorreaba sangre pero respiraba. -Por reinita.-respondió Jared-Y por que emprenderemos el vuelo y con seguridad, gritará como niñita. Selemí le lanzó una mirada ceñuda, lo que lo hizo sonreír aún mas. Aquella fierecilla lo volvía loco. Cuando el sonido de las ambulancias se hizo mas fuerte, el trío intercambió una mirada y con un asentimiento desplegaron las alas y alzaron el vuelo. Jared se había colgado del hombro a Bruno y siguió a los hermanos en busca de perderse en la oscuridad de la noche.

martes, 11 de marzo de 2014

Angeles Oscuros - Capitulo 1

CAPITULO 1     
 Hermosillo, Sonora. Presente.
Selemí paseaba por las calles de Hermosillo con desenfado. El calor era intenso y a pesar de sus pantalones cortos y de su blusa sin mangas, el calor la hacía sudar.
Era febrero y a pesar de que la mayor parte del hemisferio norte sufría por el frío y las nevadas, en Hermosillo se disfrutaba de un clima caluroso la mayor parte del año. Excepto por las mañanas y en las noches que hacía un frío horrible. Era fin de semana, y después de una ardua semana de trabajo, ella queria relajarse.
Había una fiesta el Sábado y por supuesto, estaba invitada. pero para eso necesitaba ropa nueva.
Había decidido ir al centro comercial El Sendero. Donde había tiendas de ropa increíbles. Después de aparcar el coche algunas cuadras aparte,porque, por ser fin de semana el estacionamiento del centro comercial estaba a tope, echó a andar con paso ligero.Odiaba sudar, pero ya se le pasaría.
Con sus rizos negros agitandose con el aire pegajoso de Hermosillo y con unas gafas de aviador, caminaba por la calle adueñandose del mundo. No faltó quien, viendola tan segura de sí, le lanzó uno que otro piropo. Ella sonreía con coquetería, consciente de su atractivo.
Las puertas corredizas de El Sendero se abrieron y una ráfaga de aire fresco la acarició antes de entrar.
Jovenes, adultos y niños tomados de la mano de sus papás se paseaban por los pasillos, observando los escaparates. Otros estaban sentados, conversando y comiendo en los variados restaurants de comida.
Saludando a sus conocidos, Selemí se acercó a una boutique. Ella iba a lo que iba y necesitaba ropa nueva. Estaba en eso cuando su celular vibró con la llegada de un mensaje.
Era Bruno.
*¿Lista para arrasar?*
*Claro. ¿Iras Tu?*
*Solo Si Me Dejas Acompañarte.*
*LO Hare Si Prometes No Comportarte Como Un Idiota.*
*PROMESA De Boy Scout. Me Comportare Virginalmente.*
*¿VIRGINALMENTE? Ademas Tu Nunca Fuiste Boy Scout. Lei Tu Expediente.*
*¿Que Hiciste Que?*
*Bueno...eres .Mi Compañero. Necesitaba Saber Si Eres Confiable.*
Bruno su compañero de trabajo, por asi decirlo. Ambos eran bomberos voluntarios. El increíble tiempo libre de Selemí junto a su espiritú aventurero
había logrado que ella se uniera a la cuadrilla de bomberos. No necesitaba trabajar, tenía dinero suficiente como para hacerlo. Prefería estar corriendo riesgos a morirse de aburrimiento.
Quizás ese instinto de aventura que habían inyectado en ella en su creación había logrado que no solo fuera bombero sino tambien motociclista y cualquier otra cosa en la que tuviera que arriesgar el pellejo
Su personalidad fuerte y decidida, así como su atractivo físico le habían hecho ganar tanto amigos como enemigos.
Después de comprar un par de blusas y unos botines de tacón, Selemí salió de una tienda para meterse en otra.
El alboroto en El Sendero crecía a cada momento. Los jóvenes caminaban de aquí para allá, riendo, felices porque la escuela había terminado. Aun portaban sus uniformes escolares y sus mochilas. 
Selemí nunca había asistido a la escuela. No se necesita cuando llevas siglos viviendo sobre la tierra. Ella había nacido antes de que todos los habitantes sobre la tierra lo hubieran hecho. Ella había visto generación tras generación de las familias que actualmente existían. Ella por así decirlo, conocía los ancestros de cada familia.
Su celular volvió a vibrar con un nuevo mensaje. Estaba vez era Manuel.
*Hola, preciosa. ¿Te puedo decir que te ves apetecible con esos pantalones cortos?
Selemí sonrió ante el descaro de su amigo y luego contestó:
*Si. Por eso me los puse.*
*Supongo que me dejarás deseando,¿no?*
*Por supuesto.*
Sonriendo, Selemí siguió de compras.Al salir de la tienda, no puedo evitarlo y echó un vistazo alrededor. Siempre temía ser descubierta y forzada a regresar a la endemoniada vida que llevaba antes. Había pasado un milenio desde que se escapó y sabía que no podía estar corriendo todo el tiempo. La Sede tarde o temprano la encontraría. Le extrañaba que no lo hubieran hecho ya.
Después de llenarse las manos de bolsas, salió de El Sendero dirigiendose a su carro. La tarde ya estaba entrada y Hermosillo poco a poco se oscurecía. La frescura de la tarde acarició sus piernas expuestas.
Caminó con decisión por entre las calles, mientras los chicos alrededor, adoraban el suelo por donde pisaba.
¡Que sensación tan exquisita!
Con el mando a distancia, abrió las puertas de su coche y puso sus bolsas de compras en el asiento trasero. Se sentó al volante y se quitó las gafas. Ya estaba oscureciendo y no las necesitaba. Aunque se sentía expuesta sin ellas. 
Encendió el auto y las luces delanteras del coche iluminaron a una figura semioculta entre los autos. A pesar de que la luz le daba lleno, aquella figura se mantenía en la oscuridad. Un halo extraño la rodeaba. Esa visión no sentó nada bien a Selemí. Sabía de quien se trataba y quien estaba detras de aquello. 
La estaban buscando.
Sin dar tiempo a que el bulto se acercará, echó a andar el carro. Sentía el corazon desbocado y su respiración salía en jadeos asustados. Sin saber a donde se dirigía, siguió conduciendo dando rodeos. No paraba de echar vistazos por el espejo retrovisor, rezando para que no la siguieran.
Después de su escapada, su vida había cambiado drásticamente. Tenía que vivir escondida, mudandose cada cierto tiempo de ciudad, de país. Había pasado poco mas de dos milenios ocultandose en el pequeño planeta que era la tierra. No sabía si la habían dejado de seguir o la tenían vigilada pero nunca, en dos milenios, había visto a un miembro de La Sede. El hecho de que justo ahora, cuando tantos profetas anunciaban el inminente fin de los tiempos, La Sede habían decidido buscarla no era algo que le agradaba en los absoluto.
Lucharía con todas sus fuerzas para no volver a esa vida de mierda y solitaria. Tan falta de amor.
¡Estúpidos libros! A pesar de que era una chica dura, no lograba resistirse a los encantadores relatos de amor que se habían ido escribiendo a traves de los tiempos. Ella misma había sucumbido a un amor, pero ese amor ya no existía para ella. Ese amor había sido mortal y los mortales no viven para siempre.
Tras dar varias rondas, Selemí decidió estacionar el auto en algún callejón. Su corazón aún latía desenfrenado y por sus sienes escurría un sudor frío. El sudor del miedo.
Nada sobre la tierra podía asustarla, pero aquello que la asustaba no estaba sobre la tierra, estaba debajo de ella.
El reloj de su auto marcaba las seis y media de la tarde. Había estado escondiendose por tres horas. Era momento de regresar a casa.
Volvió a poner en marcha el coche, mirando con nerviosismo hacia los lados... o hacia arriba. Estacionó frente a su casa y exhaló largamente. Se sentía segura en casa, aunque muy en el fondo sabía
que su casa también podía ser su trampa.
Bajó del coche y con rápidez, sacó las bolsas de compras del coche y entró en la casa. Echó un vistazo a través de las cortinas casi esperando ver a aquel extraño. Pero no. todo parecía tranquilo y pacífico.
Estaba nerviosa y dudó sobre asistir a la fiesta o no. ¿Y si aquél hombre la seguía? 
¡A la mierda todo! Iría a esa fiesta. No se dejaría intimidar por quien sea. Comenzó a prepararse para esa fiesta con un nerviosismo poco habitual en ella. Echaba vistazos atraves de las ventanas de vez en cuando, se había duchado en tiempo récord y apenas prestaba atención a su maquillaje. Realmente esperaba estar presentable y no parecer un payaso.
Dio un brinco en su asiento cuando su celular sonó. Con manos temblorosas, respondió:
-¿Bueno?
-Hola, preciosa.-la voz grave de Bruno respondió.-¿Ya estás lista? ¿Puedo pasar por ti?
-Si, claro.-respondió con su voz firme de siempre-Ya estoy lista.
-Ok. Estaré ahi en diez minutos.
Murmurando un “Ok”, Selemí colgó. Rápidamente, se vio en el espejo. Si, si estaba lista. Bien maquillada, peinado perfecto y su vestido bien puesto. Sus tacones altos hacían que sus piernas se vieran mas largas. Eso le encantaba. 
Guardando lo esencial en su pequeño bolso, se dirigió a la sala a la espera de Bruno. Este llegó puntual. -Te ves preciosa.-la alabó Bruno cuando Selemí le abrió la puerta de su departamento. 
Selemí sonrió y se cerró la puerta saliendo con el al exterior.
La fiesta ya había iniciado cuando arribaron. Una de las tantas conocidas de Selemí cumplía años y por ser parte de la socialité de Hermosillo había organizado una increíble fiesta en su bella casa estilo griego. Incluso la prensa habían sido invitados. Cuando se bajaron del auto una lluvia de flashes los cegó.
Bruno la tomó por la cintura y posó a su lado para las cámaras. Era parte del espectáculo que su conocida había organizado. Ni siquiera recordaba su nombre. Después de sus 15 minutos en la alfombra roja, entraron a la concurrida casa. 
Si, era una fiesta, pero los socialité no se comportaban muy alocados. Había chicas sentadas en los elegantes sofás charlando sobre vanidades y los chicos afuera bebiendo. Estas fiestas asi empezaban y cuando a todos se les había subido el
alcohol en la cabeza era cuando, en realidad, empezaba la diversión.
-¡Hola!-los saludó una rubia de ojos castaños con una gran sonrisa.-¡Bienvenidos! Selemí, te ves increíble.-dijo besando el aire  a cada lado de sus mejillas.
Ella los condujo a la sala y les ofreció de beber. Las chicas sentadas en los sofás les lanzaron unas miradas recelosas. Con sus ojos, casi se comieron de envidia a Selemí y con lujuria a Bruno. Este chico era muy atractivo. Con su cabello castaño con corte moderno, expresivos ojos marrones, piel clara y rasgos finos. Era todo un norteño. Pero, Bruno solo tenía ojos para Selemí y esta solo tenía ojos para su piña colada.
-¡Diviertanse!-exclamó la rubia.
Los chicos sonrieron a modo de respuesta y entablaron una conversación. A Selemí le agradaba Bruno, pero no lo suficiente como para mantener una relación. Después de su frustrada relación en el pasado y sabiendo que los mortales envejecían y morían, ella no quería arriesgarse a enamorarse. Pero eso a Bruno, no parecía importarle. El estaba embelesado y haría cualquier cosa por ella.
Muchas veces, Selemí habló con el, explicandole el porque de su negativa a una relación, obviamente, le explicó todos los detalles. Pero Bruno no parecía comprenderlo. El amor te hacía tonto.
Poco a poco, la fiesta comenzó a hacerse mas concurrida. Era inevitable que los recién llegados no saludaran a Selemí. Esta, con el encanto que habían incrustrado en su nacimiento, se había ganado a todos ellos, pero claro, también tenía enemigas y estas tambíen habían sido invitadas a fiesta.
Una morena, rodeada de su grupo de amigas, la observaba con gesto agrio desde una esquina. Era Guadalupe, la Lupita y ella estaba profundamente enamorada de Bruna, pero por puta, Bruno no la volteaba ni a ver. Aquella chiquilla tenía todo el derecho del mundo de acostarse con quien quiera, si, pero lo hacía con hombres casados y era responsable de que varios matrimonios hubieran fracasado.
Era hermosa. Morena, de negros y lacios cabellos que le llegaban a la cintura. Estaba perfectamente maquillada y llevaba un vestido tan ceñido que de seguro le costaba trabajo respirar. No paraba de lanzar miradas llenas de deseo a Bruno que ni se daba por enterado. Pero al ver a Selemí, el veneno le escurría de los ojos.
-Tu futura esposa esta mirando hacia acá.-bromeó Selemí. Bruno miró disimuladamente hacia Lupita. A esta se le iluminó el rostro al notar su mirada. Bruno le sonrió con educación.
-Prefiero casarme con un perro antes de con ella.-murmuró este.
-¿Y el perro que culpa tiene?-bromeó Selemí dando un sorbo a su bebida. Bruno sonrió, divertido.
La música comenzó a sonar mas fuerte y el ambiente se enfiestó. Los jóvenes, ya ebrios, comenzaron a gritar y hacer payasadas, mientra las chicas reían como locas y aplaudían las tontadas de los chicos. Incluso la festejada, reía y tonteaba sin importarle nada.
Selemí sonreía divertida. Ella no podía embriagarse hasta el punto de perder la cabeza pero se divertía como los demás perdían hasta el piso con el alcohol. 
Las luces se apagaron y unas luces tenues y de colores inundaron la sala. Aquél momento fue aprovechado por los jóvenes para darse arrumacos y pellizcarse aquí y allá.
Selemí, que podía ver todo con claridad, sus ojos podían adaptarse a la oscuridad y ver todo como si fuera de día, tomó a Bruno del brazo y decidió salir al exterior.
Una enorme piscina rectangular estaba llena de jóvenes que chapoteaban. Tuvieron que andar con cuidado de no resbalar ya que había agua regada
por todos lados. Se sentaron en uno de los camastros y observaron todo el caos.
Las chicas habían perdido todo pudor y con descaro, se arrojaban a los brazos de los chicos.
¡Cuanto habían cambiado los tiempos!
Selemí recordaba cuando en otros tiempos, las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio. El no ser puras y limpias, era motivo para que sus maridos las repudiaran y vivieran humilladas el resto de sus vidas recluidas en alguna abadía. Pero eso sí, nunca nadie castigaba a los hombres por tener una vida licenciosa. Ellos se podían ir y acostarse con una y con otra pero las chicas no.
Incluso en esos tiempos, las chicas eran etiquetadas de putas. ¡Pero Lupita si se lo merecía por rompehogares! Eso era el colmo.
-¿Te apetece imitarlos?-ofreció Bruno con una sonrisa traviesa y señalando a una pareja que debían irse a una habitación a hacer sus intimidades.
Selemí sonrió. Bruno no estaba mal para esas cosas y mas de una vez había dormido con él. No era mala idea.
-Creo que arriba hay una habitación que podemos ocupar.-le respondió, tomandolo de una mano y haciendolo que se levantará.
Sin soltarlo, se dirigieron a la parte de arriba esquivando a los jóvenes ebrios. Nadie les prestó atención, todos estaban demasiado alcoholizados para pensar con claridad.
Abrieron varias puertas, pero en ellas ya había personas besandose.
-Algunas tuvieron la misma idea que nosotros.-dijo Bruno.
Selemí abrió una puerta y al comprobar que la habitación estaba vacía, tomó a Bruno por los dos lados de su cara y lo besó, arrastrandolo dentro. 
Bruno cerró la puerta echando el pestillo y se dedicó a adorar a aquella hermosa mujer. Paseó sus manos por su cuerpo delicado y esbelto, acariciando la piel suave y tersa.
Adoraba a aquella mujer y aún sabiendo que ella no sentía lo mismo, la dejaba hacer lo que ella quisiera con él. Sin dejar de besarse y acariciarse, Bruno la depositó con suavidad en la cama y paseó sus labios por su cuello, lamiendo, mordiendo y chupando. Ella soltó un gemido de placer. Había olvidado lo buen amante que era Bruno. El calor comenzó a embargar sus cuerpos mientras la pasión los inundaba. Los besos comenzaron a hacerse mas apasionados y sus manos volaban por todos lados. La camisa de Bruno salió volando, al igual que las bragas de Selemí. Justo cuando Bruno pensaba en penetrarla, una figura se coló por la ventana. Ambos levantaron la cabeza, asombrados. La figura caminó hacia el interruptor y encendió la luz. Antes incluso que la luz se encendiera, Selemí ya sabía de quien se trataba. -¿Te molesta?-dijo-Estamos ocupados. -Ya veo que si.-respondió aquel chico de voz española. El ojos verdes la miró con desaprobación.-Levantate de encima de ella antes de que yo te quite-siseó hacia Bruno. 
 Este lo miró y se giró hacia Selemí, que resopló y se encogio de hombros. Bruno se quitó de encima, bajandole el vestido a ella. No quería que ese chico mirará lo que era de él. Aunque Selemí no lo supiera.
-¿Que quieres, Christian?-dijo Selemí, levantandose y arreglandose el cabello. Christian miró a Bruno de manera significativa.-El se quedará.-sentenció Selemí.-¿Que quieres?-repitió.
-He venido a buscarte. Has estado desaparecida mucho tiempo, ¿no crees?
Bruno frunció el ceño sin comprender.
-Pierdes el tiempo.-dijo la chica-Sabes que no volveré.
-Sabeís perfectamente que es imposible que escapes. Ya habeis estado fuera mucho tiempo y es momento de que vuelvas. He venido yo, antes de que La Sede envie alguien a buscarte.
-Demasiado tarde. Creo que ya lo hicieron.-dijo Selemí, recordando a aquel bulto negro del que había escapado en el centro comercial.Christian se paralizó.
-¿Que? Entonces, debeis volver de inmediato. Sabeis que no son muy piadosos.
-¿Por que he de volver, Christian? Sabes que nunca me agradó estar ahí. Lo único que buscaba era la manera de escapar y ya lo he hecho. Soy feliz así. 
-Ya me he dado cuenta.-respondió Christian lanzando una mirada hacia Bruno, que comenzaba a vestirse de nuevo.
Bruno al notar su mirada, clavó sus marrones ojos en él. Aquél tipo no le agradaba. Lo había interrumpido cuando menos quería que lo interrumpieran.
Selemí, al notar el intercambio de miradas, resopló.
-¿Podrían parar? Esto es ridiculo. Christian, por favor,vete. Desde un principio sabías que no cedería.
-Lo sé. Y Armando también lo sabe. Por eso nos ha sentenciado a todos. Sino vuelves, nos cortara el cuello a los siete frente a ti. Eso dijo el tio.
Selemí frunció el ceño. Sabía que Christian no mentía. Armando era capaz de eso y mucho más. Pero, ¿para que la quería? ¿No tenía suficiente con siete? Bruno, al notar la incomodidad de ella, se acercó y le susurró:
-¿Que pasa? ¿Quien es ese pendejo?
-Es Christian. Mi hermano y... no lo entenderías.
-Lo haría si me lo explicaras. Pero, un momento, ¿Has dicho que es tu hermano?-Selemí asintió-Pero, es español y tu...bueno, creo que eres mexicana. ¿O me equivoco?
-No. Por eso te digo que no lo entenderías.
-Explicame. Por favor.-añadió al notar la mirada de ella.
-¿Y bien?-apremió Christian, molesto por ese intercambio de susurros. -¿Que quieres, wey?-bramó Bruno, poniendose en pie-Dejala en paz, carnal. -Tu no te metas.-le respondió Christian dando un paso hacia el. Bruno, sin amilanarse, dio otro paso al frente. -Chicos, por favor. Esto es ridiculo.-repitió Selemí.-Comportense. -¿Pues que te esta haciendo este idiota?-dijo Bruno, encarandose a Christian con gesto bravo. El otro lo imitó. -No te metas en donde no te llaman.-dijo Christian.-Y apartaos de mi hermana. -Ella ya es mayor para saber como actuar, ¿no? -Es mas mayor de lo que crees. Ella nació, incluso, antes que tú.-dijo Christian tratando de dejar caer la bomba. Sabía que cuando el gilipollas este supiera la verdad, se alejaría horrorizado. Siempre hacía lo mismo. Era demasiado celoso con su hermana. Las manos de Selemí los apartaron antes de que se agarraran a golpes. -¡Ya basta! Y Christian, ¡Cállate! -¿Aún no le has dicho nada a tu noviecito? -¡Christian, por favor!-casi suplicó Selemí. Sabía lo que Christian estaba a punto de decir y a pesar de que no amaba a Bruno, lo quería y no quería perderlo. -¿Decirme que?-preguntó Bruno a cada segundo mas confundido. ¿Que tenían que decirle? Miró a Selemí en busca de respuestas pero esta miraba con furia al españolito. -¡Ya déjalo!-bramó Selemí, tomando a su hermano de la camiseta.-¡Lárgate, Christian! ¡No tienes nada que hacer aquí! Pero, Christian no se daría por vencido. Alejaría a ese bruto de su hermanita y si era necesario, la arrastraría hasta La Sede. -¡Vamos, decidlo! De seguro, él entenderá.
-¿Entender que?-dijo Bruno, cada vez mas furioso con el español. -¡Nada, Bruno! No le hagas caso.-exclamó Selemí cada vez mas angustiada.
Si era necesario, le tumbaría los dientes a su querido hermanito antes de que hablará. Christian sonreía con malicia y Bruno frunció el ceño, furioso. -Dime que pasa, Selemí.-exigió Bruno. -Si, diselo.-terció Christian. -¡Vete a la mierda, Christian! Me has metido en un lío.-siseó. -Pues sal de el, hermanita. ¿Quereis que os ayude? -¡Ni muerta! Lo empeoraras todo. Christian sonrió con suficiencia y se recargó contra la pared. Deseaba ver como su hermanita saldría de este lío. Bruno alzó una ceja hacia ella. Selemí se mordió el labio. ¿Se lo diría? ¿Bruno soportaría la verdad? A cada vez mas irritado, Bruno resopló y se sentó en la cama a la espera de que Selemí hablará. Esta se paseaba por la habitación, buscando las palabras para darle la gran noticia a Bruno. -¿No estarás embarazada, verdad?-dijo Bruno, sorprendiendola. Ella ni siquiera sabía si podía tener hijos. -No, Bruno.-respondió, exasperada. ¿Como podía pensar eso? -¿Has oído hablar sobre ángeles?-intervino Christian dirigiendose a Bruno, al ver a su hermana tan angustiada. -Si. Pero, ¿Que tiene que ver con esto? -Mas de lo que creeís.-respondió Christian con una media sonrisa.-¿Se lo muestro?-le preguntó a su hermana. Selemí abrió los ojos, horrorizada. Pero después se lo pensó mejor. No había manera alguna de decir aquello sin parecer enfermo mental. Mejor que los hechos hablarán. Suspirando, asintió con la cabeza hacia su hermano. Este sonrió complacido. Ya se encargaría de darle un susto a aquel idiota que se atrevía a tocar a su hermana. -¿Has escuchado de los ángeles de la muerte?-siguió Christian, mirando a Bruno con aire misterioso. Este sin poder evitarlo, se removió incómodo sobre la cama. -Si. He escuchado sobre ello, pero para mí soy mitos de gente ignorante. Selemí y Christian intercambiaron una mirada. -¿No has creído en ello ni un poquito?-le preguntó Selemí. Bruno, ya harto de tanto secretismo, bufó.
-¡Ya diganme de una puta vez! ¡Dejense de chingaderas! Christian se encogió de hombros y ante los ojos atónitos de Bruno, desplegó un par de blancas y poderosas alas. Regodeandose de la expresión horrorizada del chico, Christian las batió creando un ligera ráfaga de viento. Selemí rodó los ojos ante tanta presunción. Pero, miró hacia Bruno con expresión preocupada. Este parecía al borde del desmayo. Tenía el rostro pálido y la boca abierta con los ojos como platos viendo las inmensas alas de Christian que casi llenaban la habitación entera. Bruno no podía creer lo que miraba. De seguro aquel tipo estaba bromeando. Los ángeles no existían. Eran un mito de la sociedad. No podía ser cierto. Consciente de que debía tener expresión de idiota, cerró la boca y trató de tranquilizarse. Ni siquiera sabía que pensar. Miró hacia Selemí. ¿A poco aquella personita sería capaz de jugarle semejante broma? Claro que si. Selemí tenía un increíble sentido del humor y debía ser una muy buena actriz también porque lo miraba con mucha seriedad. Sin demostrar humor o alguna pista de que aquello fuera en realidad una broma. Selemí comenzaba a impacientarse con la mudez de Bruno. ¿Hablaría en algun momento o la impresión lo había dejado mudo para siempre? -¿Estas bien?-le preguntó, preocupada. Bruno dio un respingo y sacudió la cabeza tratando de concentrarse. Clavó la mirada en Christian que lo observaba con expresión burlona. Sin pensarlo mas, caminó hacia el y le ordenó: -Quitate la camisa. -¡Wow! Calmate, tio. Yo no juego a eso. -¿Como se que esas putas alas no son falsas?-arremetió. Christian lo miró y después de pensarlo, se sacó la camisa y le dio la espalda a Bruno para que se desengañara de una vez. Este posó la mirada en la musculosa espalda de Christian y casi pegó un grito. Las alas salían directamente de la piel. Veía claramente, como la base de las alas se unía a la piel sin marcas que delataran su falsedad. ¡Aquello era real! ¡Estaba ante un puto ángel!
¿Selemí también lo era? 
CONTINUARA...

martes, 4 de marzo de 2014

Angeles Oscuros- Prologo

La gran sala coliseo se llenaba poco a poco de ángeles ataviados en enormes y oscuras tunicas largas que arrastraban al caminar. Sus hermosos y esculturales cuerpos estaban rodeados por una aura que aumentaba sus misticismos.
Todos estaban muy exitados, pues esos jovenes a los que habían entrenado, hacían un trabajo tan magnico destruyendo al mundo, que era maravilloso verlos en acción.
Así como los fanáticos del futbol se reunían para ver el partido de futbol, asi ellos se reunían para ver como aquellos magnificos jovenes martirizaban al mundo.
Dos  inmensas pantallas aparecieron en medio de aquel coliseo. Los Ángeles de inmediato guardaron silencio y comenzaron a tomar su lugar. Aquello era el espectáculo que estaban esperando.
Ambas pantallas parpadearon un par de veces antes de mostrar la imagen del Vesubio. El mítico volcán se encontraba tranquilo, rodeado de la romántica Pompeya. La pantalla mostró a un grupo de jóvenes, ocho en total, que ataviados con la vestimenta de época, observaban con gesto indiferente la ciudad que se extendía
a sus pies.
No parecía importarle el motivo de su visita. Desde luego, no eran turistas. Ellos destruirían Pompeya.
--¿En que momento?-preguntó uno de los muchachos con un marcado acento francés. Su cabello negro caía sobre sus hombros y sus ojos grises brillaban de aburrimiento.
-Cuando sea el momento.-respondió el otro con acento español. 
Sus ojos verdes observaban a la chica de cabello negro y rizado a su lado. Los ojos verdes de la chica le devolvieron la mirada con las cejas arqueadas.
-¿Ya?-preguntó la chica. 
 
El chico asintió. La morena dió un suspiro de resignación y extendió una mano hacia el Vesubio.-¿Es en serio?-dijo.-Una vez que lo haga, no hay marcha atrás.
-Hazlo.
-Pero, ¿por que? No nos han hecho nada.
-¡Hazlo!
La chica pusó los ojos en blanco y fijó la vista en el Vesubio. Su mirada se volvió intensa, concentrada. Su mano comenzó a tornarse blanca expeliendo una luz blanquecina que poco a poco fue en aumento. El Vesubio lanzó un gruñido atronador rompiendo la tranquilidad.
Rocas comenzaron a caer de su boca y pequeños ríos de lava
comenzaron a fluir. Sin apartar la vista del Vesubio y ante ojos
indiferentes de los demás chicos, la morena extendió la otra mano y
el Vesubio explotó.
Chorros de lava y nubes de ceniza y humo comenzaron a cubrir Pompeya. Los ríos de lava fluían pesadamenta hacia la bella ciudad italiana. Los habitantes, completamente descolocados por la catástrofe corrían despavoridos, pero todo aquello había sido tan rápido e imprevisible.
No tuvieron tiempo de recoger nada ni de avisar a nadie. Salvo correr por sus vidas. Los menos afortunados fueron tragados por la lava ardiente, quedando para la posteridad como recordatorio de la tragedia.
El Vesubio siguió arrojando chorros y chorros de lava hasta que la ciudad quedó complentamente sumergida. Densas nubes de humo se levantaban orgullosas por su victoria sobre Pompeya.
El fuego consumía lo que podía, mujeres gritaban horrorizadas e impotentes ante la tragedia. La fuerza de la naturaleza habia hecho de las suyas una vez mas.
Mientras tanto, la causante de todo aquello bajaba los brazos después de cumplir su trabajo. Ella junto a los
otros chicos observó su trabajo. Un gesto de profunda tristeza
cubría su cara de rasgos latinos.
-Esta hecho.-murmuró. Deseando no haberlo hecho. Por entre las ruinas de Pompeya, yacía su amor. Quizás calcinado por la lava o asfixiado por la ceniza. Que mas daba. Allá moría su amor.
El enorme coliseo angelical prorrumpió en aplausos. Estaba orgullosos de su joven valiente y del enorme caos que había provocado. Ese era el tipo de caos que a ellos les gustaba. Ver sufrir a la raza humana era uno de sus pasatiempos favoritos.
Entre vítores y aplausos se felicitaban los unos a los otros. Algunos recreaban lo que habían visto con gestos, extasiados. 
-Pompeya ha caído-anunció uno de los jóvenes-El trabajo esta terminado.
-Ya pueden volver.-respondió una voz grave española de entre las gradas del coliseo.
Los vitores y aplausos cesaron y todos tomaron asiento en un silencio reverente.
Aquel ángel que había hablado se hallaba medio oculto entre las sombras. Su contorno era delineado por su aura pero su rostro estaba a oscuras. Era imposible verle la cara pero ya todos sabían de quien se trataba.
-Si, señor.-respondió el joven, volviendose hacia sus compañeros.
La pantalla parpadeó y mostro un holograma verde. Sobre el, se veían ocho puntos rojos. Esos ocho puntos eran los jovenes arcángeles situados en Pompeya. Después de terminar su trabajo, debían volver a La Sede a la espera de nuevas órdenes.
Los puntos rojos se movieron hasta formar un círculo perfecto. Una línea oscura comenzó a unirlos para formar el círculo. Justo cuando iba a llegar al último punto rojo, este desapareció.
El coliseo entero se quedó sin respiración. 
Las pantallas desaparecieron justo al tiempo que siete jóvenes aparecían en medio del coliseo. Con miradas llenas de confusión se miraban entre sí. Faltaba uno de ellos.
-¡¿Donde esta tu hermana?!-bramó el ángel español de entre las gradas dirigiendose al joven tambien español.
-No lo sé. Justo estaba con nosotros antes de que volvieramos.-respondió el chico, temeroso de aquel ángel rabioso.
Este, golpeó su silla de piedra con un puño, resquebrajandola. Lanzando un rugido de furia se puso en pie y extendiendo sus enormes alas negras bajó para enfrentarse a aquellos jovenes que de 
todas las maneras posibles, eran superiores a él, pero la ignorancia los hacía débiles.
-¡Dime donde esta tu hermana, Christian!-siseó, tomando al chico de ojos verdes por el cuello. El joven soltó un grito ahogado cuando aquellas manos toscas se cerraron sobre su garganta. Negó con la cabeza, indicando que no sabía donde se encontraba su hermana.
El rudo ángel lo miró unos segundos a la cara y después lo soltó.
-¡Cuando encuentre a esa cría, juro que se arrepentirá!-dijo, antes de salir airadamente del coliseo.